A 45 años de las protestas que trajo como consecuencia el golpe de Morales Bermúdez
Aquel 5 de febrero de 1975, Lima había amanecido sin policías en las calles. Una huelga inusitada para la época había cerrado comisarías y estaciones policiales, dejando a Lima prácticamente desguarnecida. Lo que pareció una protesta confinada a los cuarteles, terminó con una revuelta impresionante que incluyó saqueos a la luz del día, incendios en comercios e inmuebles y pérdidas de vidas que nunca se esclarecieron.
El presidente de ese entonces, el general EP Juan Velasco Alvarado, ordenó la salida de las Fuerzas Armadas a las calles para reprimir los actos vandálicos de turbas que se dedicaron exclusivamente al saqueo y a provocar incendios.
Entre los ataques que perpetraron se detalla el incendio de los edificios de los diarios “Correo” y “Ojo”, además del local del Círculo Militar de la Plaza San Martín. Asimismo, grupos de estudiantes volcaron y prendieron fuego a autos y camionetas. El gobierno militar, mediante decreto supremo, declaró el estado de emergencia en todo el territorio nacional y en consecuencia “los comandantes generales de cada región militar asumirán el mando político-militar de la zona de seguridad que les corresponde”. El toque de queda se fijó a las 8 de la noche y desde esa hora, hasta las 5 de la mañana, nadie pudo transitar por las calles en Lima y Callao a menos que contara con un permiso especial.
¿Qué sucedió?
Según el investigador de Desco, Aldo Panfichi, el malestar en la entonces Guardia Civil comenzó el mediodía del 31 de diciembre de 1974, cuando Velasco salió por una puerta lateral de Palacio de Gobierno. “Ese día, a diferencia de otros, se había dado la orden que no se permitiera que los periodistas se acercaran a la comitiva presidencial. La orden fue incumplida por un guardia civil que se encontraba de servicio en palacio y, por ende, el automóvil presidencial fue interceptado. Al observar esta situación, el Jefe de la Casa Militar, General EP Enrique Ibañez Burga, montó en cólera y aduciendo su insatisfacción por la custodia presidencial, maltrató verbal y físicamente al guardia responsable,’ ordenó su detención y además el retiro inmediato de todo el servicio policial a su comandancia respectiva”, señala el investigador.
Pero la cosa no quedó allí: horas después, en la Comandancia No. 22, un grupo de policías que debería salir de servicio en horas de la tarde, no lo hizo, aduciendo como inaceptables tanto las ofensas como la agresión física recibida por su colega en Palacio de Gobierno. “Estalló, de esta manera, un conato de huelga que fue resuelto por mediación del General GC Ernesto Olivares Montano, quien ordenó la libertad inmediata del guardia detenido y expresó además su solidaridad institucional con el personal subalterno maltratado”, recuerda Panfichi.
La policía, sin embargo, no había quedado satisfecha. En enero de 1975, decenas de volantes circularon profusamente por las comisarías convocando a un paro policial. Así, el lunes 3 de febrero de 1975, Lima amaneció sorpresivamente sin custodia policial. El personal subalterno de la Guardia Civil no salió a las calles, poniendo como pretexto no sólo el maltrato a su compañero, sino otros temas reivindicativos y salariales, acantonándose en el cuartel de Radiopatrulla, en La Victoria.
Vandalismo y muerte
Ante la rebelión policial, el Comando Conjunto – que había calificado la huelga como una sedición policial – ordena a la 11 Región Militar debelarla por la fuerza. Así, en la madrugada del 5 de febrero el desalojo de los guardias que se encontraban en el local de Radio Patrulla se produce en forma violenta. Tanques y tropas toman por la fuerza el cuartel deteniendo a decenas de sus ocupantes. Inmediatamente después, en la mañana del mismo 5, piquetes de activistas realizan un conjunto de manifestaciones relámpago en señal de protesta por la actitud represiva del gobierno militar.
“Horas más tarde la ciudad presenció, entre asombrada y atónita, cómo ante la falta de resguardo policial, activistas y multitudes populares producían incendios, saqueaban establecimientos comerciales ubicados en el centro de la capital y en algunos barrios periféricos, atacaban diarios y locales de instituciones públicas, en fin, cómo en medio de una situación generalizada de agitación social se efectuaban los más vandálicos actos que la capital del Perú recuerde”, escribe el investigador.
Pero, ¿qué pasó realmente en esa terrible mañana? ¿Por qué este motín y la subsiguiente movilización en las calles de Lima?
Varias versiones
La primera versión – la del gobierno militar – señala que los sucesos se producen cuando “un concertado grupo de «contrarevolucionarios» aprovechando los problemas institucionales que por esos días tiene la Guardia Civil, crea una situación de caos y desgobierno que hace posible el inicio de un plan subversivo destinado a derrocar al régimen.
“Los grupos «contrarevolucionarios» responsabilizados son el APRA, la «derecha» y la «ultraizquierda»: La delincuencia política como se les llamó; y el lumpen, la delincuencia social. También se afirma que actúan como autores intelectuales la oligarquía y el imperialismo; insinuándose la activa presencia del Servicio de Inteligencia Norteamericano (CIA). Se sostiene, además, que el pueblo de Lima no participa en los hechos y conscientemente se mantiene al margen”, precisa Panfichi.
La segunda versión indica que los sucesos constituyen una explosión de protesta y descontento popular contra el gobierno militar. Los hechos se inician -señalan- cuando la huelga policial es reprimida por el gobierno dando lugar a demostraciones de rechazo de la población de Lima produciéndose una profunda crisis social y política que sólo puede ser resuelta, otra vez, represivamente. Según esta versión, el gobierno tiene la principal responsabilidad. Así, los sucesos tienen como punto de partida el asalto al Cuartel de Radio Patrulla, luego no se adoptan medidas de control en la ciudad y, por úItimo, cuando los acontecimientos desembocan en una crisis generalizada, el gobierno sólo tiene como respuesta una mayor e indiscriminada represión.
Sea como fuere, este hecho trajo como consecuencia el inicio del fin del régimen de Velasco Alvarado, quien ese mismo año, en agosto, fue depuesto por su colega, el general Francisco Morales Bermúdez desde Tacna. Lo demás, es historia ya conocida…