Si bien la Ética y la Moral tienen significados diferentes, en nuestra sociedad hemos aprendido que estos conceptos van de la mano, tanto así que la primera estudia el comportamiento moral y busca que los seres humanos tengamos una conducta con valores en el campo que nos desarrollemos, mientras que la moral comprende a las normas de conducta y convivencia que van ligadas a la ética. La moral es privada, la ética es pública
¿Puede tener ética quien no tenga moral?, o peor aún ¿es ético tener ‘doble moral’?. A este concepto lo llamamos también ‘doble discurso’ o ‘doble rasero’, práctica inmoral que envilece al ser humano y demuestra nuestro errado concepto de justicia, la cual debe ser imparcial y vista con los mismos criterios. Si nos escandalizamos de quien condena al adúltero mientras mantiene una amante, con mayor razón deberíamos condenar a todos aquellos que envilecen nuestra política con el ‘doble rasero’, pues ellos ejercen, en muchos casos, puestos de poder que pueden cambiar totalmente nuestra vida diaria con las normas que aprueben desde el gobierno central y el propio poder legislativo.
Doble rasero de aquellos que se rasgan vestiduras por cierre del congreso por Alberto Fujimori pero apoyaron sin miramientos el inconstitucional cierre de Vizcarra; doble moral de aquellos que aún siguen denunciando las AQV como método anticonceptivo pero aplauden y apoyan el criminal aborto de inocentes, doble moral de aquellos que pidieron la cabeza de Merino por absurda muerte de 2 jóvenes con antecedentes pero callan por muerte de 7 ciudadanos con Sagasti, doble rasero de quienes te piden y prohíben que te reúnas pero te azuzan a que salgas a las calles para defender sus oscuros intereses, doble rasero cuando piden y logran anulación del indulto a Alberto Fujimori, pero callan y no denuncian libertad de terroristas indultados por Paniagua por tener simplemente gastritis o diabetes; todos estos ejemplos nos demuestran cómo un mismo tema son tratados con criterios morales diferentes, desiguales, injustos, sin la obligada imparcialidad, con claro favoritismo por posiciones, sesgos e ideologías políticas.
Si nos damos cuenta, esta práctica se está institucionalizando, se la condena pero dejamos que se vuelva común, terminamos aceptando de esos falsos moralistas sus ‘justificaciones y razones’ para dar un trato diferente, aceptamos esas justificaciones para ser parciales e injustos, en vez de sancionar y buscar erradicar ese trato injusto y desigual. El pensar, decir y hacer las cosas de acuerdo a parámetros morales, implica tengamos una base sólida, una educación con valores, una conciencia moral inquebrantable. Si buscamos consolidar democracia y tener buenos representantes políticos, tenemos que ser, simple y llanamente, muy cuidadosos en escoger a quienes son consecuentes entre sus pensamientos, palabras y hechos, miden a todos con el mismo rasero, hacen de la imparcialidad una costumbre y de la justicia un verbo.
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