El titular fácil sería que “La delincuencia común gana terreno en las calles”. El problema es que la delincuencia de hoy ya es poco común. Hemos visto con estupor la semana pasada, cómo unos delincuentes en el distrito de San Martín de Porres, se acercaban en la noche a un parque y comenzaban a disparar al aire con pistolas 9 mm Parabellum, revólveres Mágnum 44, hasta una AKM, que es un fusil ruso de asalto.
Y no eran 3 o 4, eran 10 o 15, y no tenían inconveniente alguno en que los vecinos los graben, ellos mismos se filmaban y subían estas imágenes a sus redes sociales.
¿De qué se trata esto, amigo lector de LA RAZÓN? Están marcando territorio frente a las pandillas del mismo distrito o zonas aledañas, como Comas, El Callao, Ventanilla, San Juan de Lurigancho, porque los territorios de los principales distritos periféricos del Perú se han dividido informalmente por diversas pandillas que “raquetean”, que cobran cupos, que trafican con terrenos, venden pasta básica de cocaína y, como es obvio, tienen armas de largo alcance o de calibre muy alto. En buen romance, son armas de guerra.
Y lo que está pasando, precisamente en Lima, es que la Policía ha perdido la guerra con la delincuencia común, porque ésta ya no lo es, sino que es una de un nivel extraordinario, por el poder del fuego, porque tienen las comunicaciones propias que da los Smartphone, tienen carros, motos, cuatrimotos, o lo que se los pase por delante.
Pueden robar mototaxis, al paso, caminando, corriendo. Se dan el lujo de ingresar a un banco, salir en 20 segundos y la Policía llega en cinco minutos, si es que llega. Pero sea como fuere el caso, la PNP ya no tiene armas. No las quiere usar.
También ayer domingo circuló por redes un video donde un policía tenía reducido a un delincuente y éste lo atacó con su casco, porque era un motorizado.
El delincuente le reventó la cabeza al efectivo del orden y éste tomó su arma y simplemente no lo sacó de su cartuchera. ¡No le quiso disparar!
Ese hombre de verde pensó primero en sus hijos y su esposa, a sabiendas de que si mataba al ladrón, iba a ser acusado de homicidio e iba a ser perseguido por las organizaciones de Derechos Humanos, alegando la desproporcionalidad de su acto, y seguramente la familia del delincuente se le iba a tirar encima para lincharlo.
Sin ir muy lejos, al policía de apellido Bueno, se le está tildando de asesino por haber disparado frente a las turbulencias que sucedieron el norte del Perú, cuando había una horda de tipos que lo estaban persiguiendo a pedradas y que en las fotos que han circulado, ahí se observa a cinco tipos más tirándole piedras a distancia mortal.
Yo me pregunto, si él disparó ¿Dónde está el delito? Acaso el policía no tiene permiso para portar arma y disparar para proteger su propia vida y de las personas a su alrededor.
Bueno, la delincuencia azota el Callao, La Victoria, Surquillo, y por todos lados vemos que en Villa El Salvador o Villa María del Triunfo hay asaltos a mano armada, todos los días. Delincuentes con pistolas de alto calibre roban a un niño de 12 años su celular, mientras sus padres no tienen nada que hacer más que dejarlos ir.
Vemos raqueteos de toda índole, por arranchar carteras, inclusive monederos. Lima ya es tierra de nadie y no tenemos Ministro del Interior, porque Gino Costa, que es el verdadero Ministro de ese sector, no figura, sino que sale el señor Elice que todos los días está de dibujado.
Como me dijo el General Morán, “todavía no encuentra el baño del Ministerio del Interior”.
Y estamos ante un Presidente que cabalga en las nubes en unicornios morados, no saben qué hacer con el Gobierno, menos con el desgobierno. La defensa contra los delincuentes corre por cuenta de cada uno. Reitero, lo mismo pasa con el Coronavirus.
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