Hay cosas que, la verdad, siempre llaman la atención, cuando uno está metido día a día en las noticias. Mientras que para el consumidor esporádico de las mismas, son difíciles de ubicar y atender.
Voy a poner un par de ejemplos: La encuesta publicada el fin de semana por el Instituto de Estudios Peruanos en el diario La República, que ciertamente es un órgano casi oficial del Gobierno, indica que presuntamente el señor Francisco Sagasti ha sufrido la más catastrófica caída de popularidad de algún Presidente, en la historia de las encuestas y en los últimos 30 años, hasta donde mi memoria alcanza.
Ha tenido una caída de 58% de aprobación, a 21%; mientras que su desaprobación ha subido de 35 puntos a 67. ¡Es una salvajada! ¡Son más de 30 puntos! ¡Una cuestión alucinante! Nunca hasta donde yo recuerdo, ni en la época del peor Belaunde azotado en el año 84 por el terrorismo y por la inflación, ni siquiera por Alan García en su último año de gobierno, ya agobiado por la híper inflación, por el desastre económico y las corruptelas de su primer Gobierno fue tan desvalorado.
Posteriormente Fujimori, con la caída de Montesinos y las persecuciones callejeras, tampoco tuvo un derrumbe de esa naturaleza de un mes a otro.
Para no hablar de Toledo y sus borracheras, sus aviones parranderos y, por supuesto, la evidente caída por no reconocer a su hija Zaraí.
Es cierto que Toledo llegó a tener 5% de aprobación, y estuvo al borde de ser vacado por incapacidad moral, pero nunca en un mes cayó 30 puntos.
Lo mismo se puede decir de Ollanta Humala que fue humillado públicamente por su esposa, como lo ratificaba de cuando en cuando su padre y su hermano, que lo trataban de “cosito”.
Más en tiempos contemporáneos, ni siquiera Kuczynski cuando fue ampayado como consultor de Odebrecht y fue defenestrado, tuvo una caída similar.
Por supuesto, Vizcarra tampoco nunca cayó así. ¿Qué tendría que haber pasado, entonces, con el Gobierno de Sagasti, para que en el mes de diciembre a enero, haya tenido una caída tan alucinantemente estrepitosa?
Y es extraño que nadie lo comente en La República no haya sido la noticia de la semana, sino que por el contrario lo tratan con guantes blancos, dicen que la vacuna de Sinopharm ya está por venir y que cualquiera que el 17 de este mes comenzarán a pagar el famoso abono.
Otro dato espeluznante es el de las encuestas presidenciales.
En la verdadera encuesta, la que debe importar, el Instituto de Estudios Peruanos pregunta, sin mencionar a ningún candidato, cuál es la intensión de voto presidencial.
En la respuesta espontánea dada por el público, el 74% de la gente no quiere votar por nadie. ¡Ha leído bien, amigo lector de LA RAZÓN!
Ya después los números se diluyen en letritas ridículas, a saber: George Forsyth 6.5, Yonhy Lescano 3.2 Keiko 2.9, Verónika Mendoza 2.8, Hernando de Soto 2.5, Daniel Urresti 1.8, Julio Guzmán 1.5 y todos los demás candidatos, 4.4%.
Si a eso se le aplica el +/- 2%, la mayoría de los candidatos se diluirían y ninguno pasaría la valla electoral, cosa que es un absurdo.
Sin embargo, la noticia es que Forsyth sigue punteando las encuestas, cuando eso tendría que haber llamado a la reflexión a los sabios opinólogos de La República o al común de los otros observadores, porque si esta encuesta tiene un 74% de “no sabe no opina”, cómo es que Ipsos Apoyo tiene 52%, o Datum solo 32%, o CPI solo 28%.
Una de las encuestas están mintiendo o todas son un desastre. El hecho es que con esa danza de las encuestas nos están atarantando, cuando lo real es que en el Perú, en este momento, es que nadie quiere saber nada de los candidatos ni de las elecciones presidenciales. Y como siempre, terminarán escogiendo a su candidato el último mes o la última semana, en estas elecciones que es la peor llevada en la historia de la República.
Eso para no hablar del inmenso ausentismo que se presume habrá, porque el Gobierno no va a poder vacunar a ningún miembro de mesa, y la gente tendrá miedo ir a votar, que no solamente no se van a constituir las mesas de sufragio, sino habrá un gran ausentismo.
Lo que se viene es un desastre de legitimidad del próximo Congreso. Y a lo que tendría que poner atención el común del público, es que las encuestas los tratan de engañar poniendo candidatos, cuando lo real es que a nadie le importa lo que ellas dicen.
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