Mientras en otros países como Estados Unidos las vacunas contra la Covid-19 se venden hasta en las farmacias, aquí en nuestro país esas preciadas dosis seguirán siendo un monopolio del Estado sin posibilidad a que la empresa privada pueda acceder a la venta de estos productos. Al menos así lo adelantó ayer el ministro de Salud, Oscar Ugarte, quien reiteró que “no está autorizado que cada empresa privada pueda importar por su cuenta, lo que podría alterar el proceso normal de vacunación”.
La verdad no entendemos el porqué de esta terca decisión, si está probado hasta la saciedad que el Estado peruano está plagado de burócratas corruptos que lo único que buscan es su beneficio propio en detrimento de la gran mayoría de ciudadanos. El “vacunagate” es la prueba más contundente de este “buen manejo” del aparato estatal, cuyas repercusiones aún no terminan de sorprendernos.
Y las palabras de Ugarte no pueden ser más risibles dada la coyuntura. Se atrevió a decir este señor que “no sería dable que por mecanismos comerciales se alteren esas prioridades y aparezcan vacunándose personas que no deberían”; pero si es para reírse. Lo primero que se me viene a la mente con la incursión de la empresa privada en la venta de vacunas es la inmediata descomprensión del sistema de salud que no tendrá el estrés de vacunar a todo el país ellos solos.
La empresa privada comenzará a vacunar, qué duda cabe, a sus miles de trabajadores. Me imagino a las empresas mineras, pesqueras, industriales, vacunando a sus trabajadores y familiares en campañas masivas. Allí no veo ningún delito. El gigantesco aparato económico del país necesita reactivarse lo más pronto posible y vacunar a la fuerza laboral privada es sinónimo de pujanza económica. ¿Hay algún problema allí?
Y si una persona natural, con su plata, pagando con dinero decide comprarse una vacuna.. ¿cuál sería el problema? Más bien está dejando más dosis al Estado para ser utilizado en más peruanos que carecen de los recursos económicos adecuados. La venta de la vacuna, con los permisos requeridos, debería ser visto como un aporte importante del sector privado en la lucha por inmunizar rápidamente a la mayor cantidad de peruanos.
Por eso nos sorprende que el nuevo ministro de Salud vuelva a repetir como una letanía lo que los rojos y caviares proclaman a diario: que el Estado sea el único administrador de la vacuna y la monopolice. Y claro, está comprobado, hoy más que nunca, que el Estado es el peor administrador de todo, además de teñir de corrupción cada cosa que toca. Porque lo que digo y escribo siempre lo firmo.