El pueblo siempre sabio refleja en sus dichos lo que siente:
La pandemia nos ha puesto al desnudo, mostrando lo mejor o lo peor del ser humano, capacidades o incapacidades, acaso también traiciones y frivolidades.
Desde hace un año venimos lidiando con la enfermedad del siglo, miles de familias enlutadas, hospitales colapsados por el incumplimiento de algún felón que se creía presidente con poses de poder y de dominio de la cosa pública, pero no era más que un traidor que enviaba placebos a través de sus mensajes de repartija presupuestal, sin oxígeno, sin pruebas moleculares, sin la verdad que se recibía con el estómago vacío.
Todos hacemos la comparsa cual fiesta de carnaval, ya sea por el silencio o ya sea por el aplauso, con las caras pintadas de blanco como queriendo ocultar las arrugas que se tiene con el pueblo, el jurado electoral, el congreso de nueve, la prensa merme y un poeta fans de terrucos.
Las vacunas llegaron y algunos enanos gritaban: el avión, el avión… cual isla de la fantasía; todos emocionados, la salvación al menos para unos cuantos había llegado. Trescientas mil, para ciento cincuenta mil, para el personal de primera línea; seguro esto llenó de grandes expectativas a millones de peruanos, fue el poeta quien puso el hombro, para salvarse primero, y anunció la llegada de setecientos mil vacunas más, pero su musa se desvistió.
¿Parece un cuento verdad? Pero allí no queda… El lagarto se había comido las vacunas en medio de un festín de carne, lágrimas, y frustraciones y, las caras pintadas jugamos al gran moneton, mientras combinamos escenarios de teclado o de los flashes.
Le toca a usted, ahora a usted… Se escucha en las grabaciones con la merme… Y el que golpea más gana la caza de votos según la oferta y la demanda, todo eso en la isla de la fantasía con video completo.
“Nadie muere en la víspera” solo cuando le toca, y a la isla seca le toca todo el tiempo, sin oxígeno, sin agua, sin camas uci, sin empleo, allí en la isla seca la de la esperanza compartida, flamea siempre la bandera como pertenencia de la patria que no la mira.
Se han vacunado a cien, a mil, a dos mil, a ninguno, pero lo asombroso es que los habitantes de la isla seca, donde no hay merme, ni lagartos, ni los nueve y menos poetas sin musa, estiran sus manos ofreciendo ayuda a pesar de sus pesares producto de la desidia, de la frivolidad y de la traición.
La isla seca la de la esperanza despliega su más sincero afecto, el de la solidaridad con la que abraza a sus habitantes.
Se dice que los enanos gritaran ahora: no me llegó, no me llegó…Y los lagartos de todos los colores irán al banquillo se sentarán con la aquella ausente fiscal, solo a esperar descansados a ver si llega el avión.
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