En medio de malas noticias relacionadas al avance de la pandemia, las mafias de la vacuna y las encuestas truchas semanales, cabe resaltar un hecho significativo para nuestra economía: el inusitado aumento del precio del cobre que subió hasta un 0,9% el pasado 19 de febrero, situación que no se veía desde febrero del 2011.
Pareciera que algún Aladino mágico hubiera frotado la lámpara de la esperanza para encontrarnos con un precio del cobre no visto por lo menos desde hace nueve años. El rojo meta alcanzó los US$ 3,994 la libra en la Bolsa de Metales de Londres. Esta alza representará para nuestro país entre 50 a 52 millones de dólares en nuestras exportaciones; es decir, algo que cae del cielo en estos momentos de apremiante crisis económica.
Expertos en temas mineros manifestaron que es China el gran tren que empuja los vagones de los países productores de cobre (principalmente Chile y Perú), impulsada por la reactivación económica del gigante asiático, la vacunación masiva de sus pobladores y por las pocas minas operativas en el mundo. Un cóctel perfecto que el Perú celebra aplaudiendo de pie.
Como siempre ocurre en estos casos, estos precios no se mantendrán altos ad infinitum, sino que variarán en lo que resta del año. Pero hoy, todos los pronósticos nos hablan de una recuperación de los precios del rojo metal que se mantendrá por algunos meses, lo que redundará también en un mayor flujo de caja para nuevas exploraciones.
De esta manera la minería vuelve a convertirse en el motor de la reactivación económica, lo cual hace inevitable que los diversos candidatos a la presidencia de la República revisen en sus planes de gobierno la necesidad de destrabar diversos proyectos cupríferos de gran envergadura, como son Mina Justa, Tía María, Pampacancha, Cholcobamba y Yanacocha sulfuros. Con estos proyectos en operación, el Perú podría aumentar su producción – según relata Rómulo Mucho, exviceministro de Minas – a unas 300 mil toneladas anuales de los 2 millones y medio que actualmente producimos.
Siendo el Perú un país minero por excelencia, es de vital importancia dejar de lado trasnochados discursos izquierdistas que en pleno siglo XXI – donde la tecnología y las buenas prácticas medioambientales han reemplazado las obsoletas actividades mineras de antaño – ya no tienen cabida. Es un absurdo que el propio Estado se haya dejado ganar por las prédicas antimineras de rojos y caviares, bajando la cabeza ante las bravuconadas de pobladores azuzados por estos profesionales del caos.
Hoy más que nunca cobra fuerza la frase de Raimondi “el Perú es un mendigo sentado en un banco de oro”, sin que nadie le ponga – de una vez por todos – el cascabel al gato. Porque lo que digo y escribo siempre lo firmo.