ÁNTERO FLORES- ARÁOZ
Además de las gravísimas consecuencias de la pandemia del COVID 19, en la salud de la población y en su letalidad, también tiene consecuencias económicas que tendremos que soportar por tiempo considerable, pero hay que ir manejando para que sus efectos sean lo menos dañino posible.
Desde el Estado tiene que verse que, si bien la situación afecta a todos, para algunos que tienen recursos es más llevadera y que, incluso, hasta en caso de contagio tienen la posibilidad de recurrir a establecimientos de salud privados o poder estar domiciliariamente aislados, pero no hacinados.
Por lo señalado, a quiénes más afecta o pudiere afectarles la situación por carencia de recursos propios, el Estado tiene la obligación legal y moral de socorrerlos y, en esa óptica, les otorga bonos económicos de subsistencia y alimentos, los retorna a las localidades de procedencia y los alberga temporalmente para impedir, en lo deseable, la propagación de la epidemia.
Como en algún momento tendremos que regresar a nuestras costumbres y “normalidad”, desde el Estado y, con buen criterio, trata que ello sea paulatino, progresivo, por etapas o como quiera llamársele, lo que no significa que no existirán contagios, sino que serán menores a que si el retorno a la rutina es brusco.
Hay muchísima gente que, pese a las facilidades y ayudas que pudiere proporcionárseles, no habrá vuelta a la rutina, pues han perdido sus trabajos, en caso de ser formales; se han “comido” su “capitalcito” destinado a adquirir caramelos o gaseosas para su venta ambulatoria, y de contar aun con mini recurso económico, lo que ha desaparecido son los compradores, pues todos hacen malabares para subsistir y lo que dejan de lado es lo prescindible.
El Estado ha venido ayudando al sector formal, de todo tamaño, dándole prórrogas para el cumplimiento de sus obligaciones tributarias, créditos blandos con la garantía del Gobierno Nacional, fondos especiales para las micro y pequeñas empresas (MYPEs) e infinidad de otros beneficios que ayuden a pasar el temporal.
Pero, también tiene que pensarse que, el Estado para seguir caminando y cumplir con sus obligaciones, sin recurrir a la odiosa y odiada “maquinita”, además de tocar puertas a los organismos financieros internacionales, debe percibir impuestos. Esto lo pretende hacer “esquilmando”, casi desollando, a los mismos sectores, pero olvidando que los impuestos se pagan con recursos de rentas de trabajo o de inversión, más no de tenencia o propiedad de bienes, que no necesariamente reditúan.
Sin embargo, hay un sector importante, el informal, que no contribuye prácticamente en nada al sostenimiento del Estado, y no porque no desee hacerlo, sino por la miopía del Estado de considerar que la formalización es simplemente dictar norma que la disponga, con olvido que hay aspectos sociales, laborales, económicos, de seguridad social, y de carácter municipal, los que agobian y de los que habría que liberar hacia atrás a los que se formalizan, para que a partir de allí ya puedan cumplir con el Estado. Gran tarea pendiente.