La película “No miren arriba”, escrita y dirigida por Adam McKay, con la que arrasa NETFLIX en estos días es una notable tragicomedia. Un relato terrorífico y agrio de los límites de la estupidez, la necedad y miseria humanas.
NETFLIX con “No miren arriba” está teniendo una audiencia sin precedentes por el excelente reparto que conforman nada menos que Meryl Streep, Leonardo DiCaprio, Jennifer Lawrence, Cate Blanchett, Mark Rylance, Johan Hill, Tyler Perry entre otros y porque la trama se puede interpretar en varios sentidos. Es como esas viejas figuras que tienen un rostro y al ponerlas de cabeza surge otro. Es así como todos los públicos la pueden adaptar a su visión y hasta a sus prejuicios.
Meryl Streep hace un papel notable, encarna a una villana estupenda como presidente de los Estados Unidos, una suerte de caricatura mal intencionada de Trump. La gorra, los mítines con discurso populista y el hijo como caricatura torpe de Ivanka. Un guiño a la progresía que ha de disfrutar con este personaje.
Por otro lado, Oscar Mark Rylance, como Peter Isherwell, fundador de la compañía Bash, nos pone ante una descarnada crítica al poder de las élites de la informática y la tecnología. Clara referencia a Jeff Bezos, Elon Musk o Bill Gates. Gurús de una revolución meliflua que juega con la vida y las libertades del mundo entero, pero que de cada situación siempre salen incrementando sus arcas.
No escapan a esta brutal critica de la sociedad actual los medios de comunicación, capaces de edulcorar o anestesiar hasta la peor tragedia, ni el papel de las redes sociales.
Sobre la crítica a las redes, resulta feroz esa escena post créditos en que el hijo de la presidente, abandonado por su madre que toma una nave para librarse del apocalipsis, finalmente emerge de los escombros de la hecatombe gritando: ¡Mamá! ¡Mamaaaá! Pero luego toma su celular e inicia una transmisión: “¿Qué tal gente? Soy el último hombre de la tierra… todo está jodido… no olviden dar like y suscribirse… estaré aquí…”.
Un aspecto interesante de la trama es como va hilvanando los hechos para luego mostrar a la sociedad dividida entre los obedientes que solo miran para abajo y los que afirmando su libertad miran para arriba, más allá de las imposiciones de los medios y el poder.
La mayoría de los espectadores, no cabe duda, se identifican rápidamente con los que miran arriba, con los que pese a los esfuerzos del establishment son capaces de ver la realidad que se les quiere negar.
Resulta curiosa esta identificación, cuando en la vida real las grandes mayorías aceptan con facilidad sorprendente las imposiciones mediáticas, las exigencias de las élites y las restricciones de la libertad sin chistar. Todos se ponen en la solapa el pin con la flecha para abajo. Todos obedientes aceptan las medidas discriminatorias, el apartheid sanitario, la censura de las big tech. En resumen, todos miran para abajo, pero con aire de superioridad, porque navegan en las aguas de la “corrección”.