JAVIER VALLE-RIESTRA
Manuel Seoane introdujo el Día de la Fraternidad, el 22 de febrero de 1946, y le dijo a Haya en bellísimo discurso, que le llevaba un recado del corazón del pueblo. Quiero parodiarlo como compañero más viejo. Lo haré en el lenguaje sin palabras, con el que habla el sentimiento popular. Vendrá de nuestros discurseadores compañeros, de los trabajadores de “La Tribuna”; de los obreros de las fábricas, de los estudiantes que saben de la reforma universitaria; de la firme mirada de los militantes sectorales. Recado del corazón del pueblo que viene desde el más allá de la vida, porque son los ocho brazos izquierdos en alto que llevaron al cielo los marineros fusilados en el trágico peñón; porque es la sombra católica de Philips y sus compañeros visitando a la muerte en las rocosas pampas ancashinas, porque son los miles de apristas que aún sobrevuelan en las enrojecidas pampas de Chan-Chan, y es la presencia tremenda de Arévalo, que ha regresado de la muerte con sus claros ojos verdes, para decir en nombre de todos los que emprendieron el viaje sin retorno: también, estamos aquí presentes, compañero.
II
Lo creído por nosotros en aquellos años sigue siendo cierto: el Antiimperialismo y el APRA y su concepción del Estado de defensa antiimperial, así como la visionaria posición de continentalismo indoamericano. Los renegados de hoy, los tránsfugas de la política criolla, lo niegan para afirmar que hemos entrado en un mundo globalizado que traerá prosperidad a los pueblos acabando con la lucha de clases y los conflictos civiles e insurrecciones. Todo eso es bazofia. Las masas están enardecidas. No creen en un sistema que en nuestro mundo pauperiza a los pobres y enriquece a los ricos. Las fuerzas productivas ya no están representadas en el Estado. Lo han rebalsado. Sus goznes han estallado.
III
Lamentablemente, Pedro Castillo y sus aliados caerán porque son un remedo de gobierno. El senil Estado peruano está jaqueado. Algunos creen equivocadamente que aquí no va a pasar nada. Nuestras masas no son eunucas. Ya perdonaron setenta veces siete. Vendrán con la espada y no la paz. ¿Qué hacer? Lo óptimo sería convocar a una Asamblea Constituyente para expedir una nueva ley de leyes. Las constituciones se vuelven hojas de papel –como decía Ferdinand de Lasalle- cuando están contra los factores reales de poder. Insistir en el parlamentarismo, pero bicameral, para evitar la peor tiranía de un ente colectivo irresponsable. El unicameralismo ya dio históricamente sus frutos nefastos. En 1823 se autosuspendieron y le entregaron el poder a Bolívar. En 1932 desaforaron a la minoría aprista y se autodisolvieron luego de entregarle plenos poderes a Benavides, cuyo mandato prorrogaron.
IV
Hace cincuenta años se decía que se puede hacer una revolución con el ejército o sin el ejército, pero nunca contra el ejército. Las masas de hoy saldrán de su subterráneo histórico para transfigurar al Perú. Estamos ante una revolución social agnóstica, sin credo político, sin catecismo. Las multitudes reivindicacionistas desprecian a todo lo que sea expresión del Estado valetudinario. Si los partidos claudican y las izquierdas se han infestado de los vicios políticos de partidos arcaicos, no queda más remedio que recurrir a un Frente Democrático. Alguna vez denominé mi propuesta Frente Hayista de Liberación Nacional. Quizás suene demasiado aprista. Moderémonos.
Ese frente debe reclutar desde el APRA, a sectores patrióticos de las FF.AA., a los discípulos de José Carlos Mariatégui (compañero de Haya en la protohistoria del APRA), Patria Roja, organizaciones proscritas, la Derrama, CGTP, CTP, las Iglesias Católica y Cristiana, etc., necesitamos una regeneración moral y reconstrucción social por un unionista Estado de trabajadores manuales e intelectuales. De lo contrario, aferrados a viejos cánones, viviremos sin libertades, sin Derechos Humanos, sin puentes, sin hospitales, sin postas médicas, sin colegios, sin universidades, sin fábricas, sin capitales, sin inversión.
V
Por eso debemos apelar al Haya joven que tuvo la gran intuición del Perú y de Indoamérica actuales. Se adelantó ochenta años. Ese Haya es el del “Antiimperialismo y el APRA”, el del discurso de la Plaza de Acho, el prisionero de la penitenciaría sanchecerrista, el de las catacumbas antifeudales, el del Asilo-Prisión Diplomática (1949-1953). Él hizo don de su persona a la patria continental. Lo necesitamos nuevamente en la hora de la lucha final. Debemos salvar al Perú del caos.
(*) Jurista, exconstituyente, exdiputado y exsenador de la República.