Es una práctica bastante generalizada en nuestro país, que los alcaldes cuando ponen la primera piedra de alguna obra o inician su construcción, nos saturan de información sobre ella, sea logrando que los entrevisten en medios si la obra es importante, pero de todos modos poniendo letreros y paneles en las calles, así como también colgando pancartas de postes de conducción de electricidad y de telefonía.
Entiendo el interés de los alcaldes y de sus concejos municipales, de hacer conocer las obras que ejecutan en beneficio de sus colectividades, pero lo que no está bien es la saturación, hasta podríamos decir sobre saturación de avisajes que, por supuesto no son gratuitos, les cuenta a las municipalidades y se solventan con los tributos, contribuciones y hasta con los arbitrios que pagamos los vecinos.
Además, es paradójico qué en ordenanzas y edictos municipales, muchas veces se prohíba poner avisajes y pancartas en los postes de electricidad y de telefonía, pero esos mismos municipios que imponen sanciones de multa a los particulares transgresores, violan sus propias normas con el avisaje municipal. Ni siquiera han pensado que por lo menos hay que educar con el ejemplo.
La excesiva publicidad de obras, muchas veces les explota en la cara a las autoridades municipales, sobre todo cuando las obras se paralizan y, sabemos que ello no es infrecuente.
Somos conscientes qué en épocas previas a las elecciones municipales, se hace más ostensible el exceso publicitario, que aunque no lo justificamos lo entendemos, pues las autoridades en ejercicio pretenden con tales anuncios que los electores escojan para el próximo período de ejercicio municipal, a candidatos de la misma agrupación del alcalde saliente.
Lo que sería muchísimo más lógico es que las autoridades ediles en lugar de gastar en innecesarios avisos, empleen los recursos en terminar las obras o en apresurarlas y, cuando ellas estén terminadas cacareen todo lo que su garganta les permita, pero no antes.
Lo que sí es de muy mal gusto, es lo que la gente de mi generación llamaba “tirarse la parte”, con un exceso de auto alabanzas del alcalde por las obras que ejecuta. Poco falta que se hagan llevar incienso y mirra para la satisfacción de egos personales, poniendo además su nombre por doquier.
Hay casos en que se anuncia que la obra que se realiza es “sin corrupción”. Ello no es algo que deba publicitarse, es una obligación hacer las cosas con decencia, contrataciones siguiendo los procesos legales prolijamente, otorgando la buena pro a contratistas serios y ejerciendo la debida supervisión para que las obras sean de la calidad deseada y su entrega dentro de los plazos previstos. Somos conscientes que en nuestros tiempos hay mucha corrupción, pero no hace falta gritar a los cuatro vientos honestidad, ella se prueba no se anuncia. Cuidado, viejo refrán señala “dime de qué te ufanas y te diré de qué careces”, aunque no sea aplicable al caso al que nos referimos.