Hannah Arendt notó que en el mundo democrático una de las formas para negar lo real y objetivo y lograr la manipulación de los hechos y de las opiniones era cuando “con el pretexto de que todo el mundo tiene derecho a su propia opinión, se sustituyen los hechos por opiniones, se miente de manera que incluso algunos consideran que esta es la esencia de la democracia, pero se puede afirmar que, aunque los hechos creen opiniones, la libertad de opinión es una farsa a menos que garantice la información objetiva y no estén en discusión los hechos mismos”.
Estaríamos ante casos de lo que se puede definir como una mentira organizada, una mentira planificada y de alcance masivo. No estamos ante pequeñas mentiras aisladas sino ante la creación de un sustituto de la realidad que no solo distorsiona la realidad, sino que puede llegar a negarla y reemplazarla por otra a la medida de ciertos intereses. Hoy en día con la masificación, a través de las redes sociales, de la posibilidad y capacidad de opinar, este riesgo crece notablemente.
Se trata de lo que más tarde se ha definido como la posverdad, es decir cuando los datos objetivos tienen menos importancia para el público que las opiniones. Nos encontramos así ante un laberinto en que las palabras siempre cargadas de emoción, ideología o falsedad, se imponen sobre los hechos que finalmente terminan relegados. Se logra así el efecto que también explica Arendt y es que tanto el pesimismo como el optimismo son formas de afrontar ese mundo de la posverdad, entonces uno termina creyendo que haga lo que haga, o todo irá bien o todo irá mal.
Si bien la izquierda política en todos sus matices siempre ha sido maestra del engaño, nunca como ahora ha logrado crear una realidad paralela en que la opinión se antepone a los hechos y la ideología está por encima de la ciencia. Una ilusoria realidad plagada de falsos valores. Un mundo en que hasta los crímenes más atroces pueden convertirse en derechos y los derechos en prejuicios. Un mundo de fantasía en que se nos arrebata toda libertad en nombre de la justicia y donde se imponen todo tipo de desvaríos ideológicos por encima de la razón.
En el Perú la llamada izquierda caviar es la especialista en estos escamoteos. En las últimas décadas sobre la base de sus oenegés, del control de la educación y la complicidad de los medios han “creado” una realidad de la que ahora nos cuesta salir.
Vivimos atrapados en la posverdad caviar. Es hora de abrir los ojos y desbaratarla. Solo la verdad nos hará libres.
