Por Martín Belaunde Moreyra
Ese fue el título de la tesis que en el año 1908 el entonces joven abogado Víctor Andrés Belaunde (1883-1966) presentó para optar el grado de doctor en Jurisprudencia (Derecho) en la Universidad Nacional Mayor de San Marcos. El título tuvo además un paréntesis para explicar su propósito: “Introducción a un ensayo de sociología jurídica peruana”. La tesis fue aprobada e inmediatamente publicada, pero permaneció relegada en el olvido hasta que en 1983 se editaron las obras completas de su autor.
En las memorias de Víctor Andrés Belaunde (Trayectoria y Destino, 1967) escritas en la década del 60 el señaló que su tesis era un “estudio comparativo de los historiadores clásicos y de los sociólogos contemporáneos” aplicada a las instituciones del Perú pre-hispánico. Finalizó diciendo que: “Era un trabajo de exploración y planteamiento que debía ser la base de una revisión con ese criterio de todas las fuentes de nuestra historia pre-hispánica”. Concluyó reconociendo que no tuvo tiempo para hacer esa revisión, pero que si la hizo con “admirable criterio” el historiador y economista francés Louis Baudin en su libro “El Imperio Socialista de los Incas”.
Pues bien, ¿qué se propuso hacer Víctor Andrés Belaunde en su juvenil tesis de 1908? Lo señala en las conclusiones finales de su tesis doctoral, en la que consideró necesario realizar un conjunto sistemático de estudios, “a la luz de los datos arqueológicos e históricos” sobre las siguientes materias: 1) la aparición de los primeros grupos humanos; 2) la formación del pastoreo, la agricultura y la pesca; 3) la aparición de las distintas tribus guerreras y las diferentes civilizaciones anteriores a la incaica; 4) la presencia de los ayllus y las comunidades; 5) la formación y desarrollo del imperio incaico y 6) las instituciones domésticas, económicas, políticas y eclesiásticas de dicho imperio.
¿En qué medida ese programa tentativo se ha cumplido en el Perú en los últimos 110 años? Arqueológicamente en una magnitud extraordinaria más allá de sus expectativas. Basta mencionar el descubrimiento de Choquequirao contemporáneo a la tesis, luego cinco o seis años después el de Machu Picchu y desde entonces una serie sucesiva de formidables hallazgos, cuya enumeración desborda esta columna, entre los que podríamos destacar el Señor de Sipán y Caral. En el Perú gracias al esfuerzo y dedicación de muchísimos estudiosos, tanto peruanos como extranjeros, hemos avanzado inmensamente en el estudio de nuestro origen como nación. También cabe señalar la implementación de una política de Estado que con diversas inflexiones ha sido constante en el curso del pasado siglo XX y en lo que va del actual.
¿Por qué todo lo anterior es importante? La cultura en sus múltiples manifestaciones materiales y espirituales es un desarrollo del alma humana en su aproximación a la trascendencia, la cual puede ser vista desde diversas ópticas. En la formación de un país debemos tener en cuenta que la cultura es universal, pero ese sentido ecuménico pierde su valor si ignora sus raíces nacionales. Hay entonces un juego de equilibrios, de corsi y ricorsi, de retroalimentación permanente, indispensable para nuestro progreso en todo orden de cosas. Ese fue el mayor aporte de Víctor Andrés Belaunde y de la generación novecentista a la que perteneció.