Ejercicio empírico desde las tribunas de la “Población Civil”.
Escribí hace una semana sobre la importancia de detener el “Choque de trenes”, estrategia de la izquierda para dividir al país; y la urgencia de encontrar una “Vía para avanzar” que devuelva la confianza, recupere la credibilidad en nuestras instituciones, promoviendo la honestidad, transparencia y un verdadero amor por el Perú. Ese día, un conocido político peruano, con alguna pretensión presidencial -como otros tantos-, respondió a mi columna con una pregunta. ¿Cuál sería el método para recuperar la confianza?
Peculiar pregunta, porque creeríamos que son los políticos los llamados a dar respuesta a este tipo de interrogantes, pero resulta interesante ensayar una propuesta desde la perspectiva del ciudadano de a pie. Comenzando por el presidente, representante de todos y cada uno de los peruanos, debería transmitir su conocimiento y pasión por el país con energía e inteligencia, con capacidad para “aprender a aprender”, empático con las necesidades de la población, que sepa comunicarse con el Pueblo, pero sobre todo que sepa escuchar, sencillo y sin poses, que sepa rodearse por personas capaces y con experiencia. La honestidad, ingrediente sine qua non, no debe convertirse en su bandera porque, como hoy podemos comprobar, sólo genera desconfianza.
El principal objetivo de ese gobierno debería ser la revisión de la currícula escolar para que las nuevas generaciones aprendan la verdadera historia del Perú, extrayendo contenidos irrelevantes para incluir cursos de educación cívica que promuevan nuestros valores, tradiciones y cultura; hablarles de ciencias políticas para que comprendan cómo funciona el país, así evitaremos nefastos referéndums como el de Vizcarra donde la población aprobó lo que no entendía. Desarrollar la creatividad, el pensamiento crítico y movimientos intelectuales que contribuyan con el desarrollo de nuestro futuro.
El siguiente paso sería rescatar los valores y la tradición de los grandes pensadores de nuestra historia que forjaron verdaderos Partidos Políticos. Admitir sólo partidos que tengan en sus filas a representantes que promuevan valores morales, con cualidades de liderazgo, estudiosos y amantes de la realidad peruana. Partidos Políticos peruanos que fueron ejemplo en el exterior, con propuestas de avanzada, con ideales emulados a lo largo del continente no hubieran existido sin esos pensadores que dedicaron su vida a la búsqueda de soluciones a la problemática peruana y latinoamericana. Así, y sólo así el Pueblo podrá votar -y también debería poder reelegir-, con confianza a representantes íntegros en el parlamento y al jefe del gobierno. Porque hoy no elegimos, los partidos proponen y la población tiene que optar por el mal menor.
Sería necesario desandar los pasos de los malos gobernantes, comenzando por los de Vizcarra, Sagasti y otros tantos, cuyas medidas, Decretos Supremos y nefastas decisiones seguimos padeciendo. Enderezar lo que ha venido torciéndose, nombrando ministros con trayectoria en el sector público y privado, elevando los requisitos, fumigando los ministerios para eliminar a funcionarios incompetentes, dando oportunidades a los profesionales de carrera en el sector público, aunque no pertenezcan al partido de gobierno. Es necesario reducir el gasto en planillas y dejar de derrochar el 40% del presupuesto nacional, US$20,000 millones de dólares de nuestros impuestos, en el pago de planillas de 1’422,000 personajes ineficientes.
Sería prioritario revisar el escaso 24% del mismo presupuesto, destinado a las inversiones que traen progreso al país; incrementando el gasto en servicios que brindan oportunidades y mejores condiciones de vida para los sectores más necesitados de la población y no hablo de bonos. Estos presupuestos regresan a las arcas del estado por falta de proyectos o peor aún, son malversados, saqueados o asignados a proveedores inescrupulosos coludidos con funcionarios corruptos. La prioridad debe ser la reducción progresiva de las brechas y la pobreza.
Es de público conocimiento la inoperancia y corrupción como constante en los gobiernos regionales, salvo escasas y honrosas excepciones. Sabemos también que, al gobierno central, a la contraloría y demás instituciones del Estado les resulta imposible rastrear los pasos de las 26 gobernaciones. Por lo que sería importante agrupar a los departamentos del Perú según grados de afinidad para establecer no más de ocho regiones. Esta propuesta, discutidas desde la constitución de 1979 debería materializarse.
La apresuradamente conformada Junta Nacional de Justicia (JNJ), con la anuencia de Vizcarra, elige hoy a quienes nos investigan, a quienes nos juzgan y al presidente del Jurado Nacional de Elecciones. Por lo que resulta primordial revisar los cuadros de los miembros de la institución y las autoridades por ellos designados. Esto incluye al Poder Judicial, Ministerio Publico, pero en especial al Jurado Nacional de Elecciones, cuestionando el perfil y antecedentes vinculados con movimientos de extrema izquierda, hecho inadmisible para una autoridad electoral. Paralelamente habría que instaurar un verdadero Código Electoral, auditando a los tres órganos electorales, software incluido.
Hay mucho trabajo por hacer, pero el verdadero cambio dependerá de los intelectuales, de movimientos que promuevan la cultura, el arte, el pensamiento crítico y verdaderamente libre. Este proyecto como “vía para avanzar” debe arrancar las raíces de los males que hoy padecemos y aquello que atenta contra nuestra libertad, para no repetir, una y otra vez, los mismos errores.