La liberación de Antauro Humala no responde a criterios jurídicos ni legales, sino que es una decisión política. Pedro Castillo había anunciado su indulto en la campaña electoral y lo que hemos visto es un indulto encubierto. Su salida de prisión anticipadamente mediante una discutible interpretación de los beneficios carcelarios ha sido planteada por el Instituto Nacional Penitenciario (INPE), no por un juez. Como se sabe el INPE es una dependencia del Ministerio del Interior, es decir un brazo del Poder Ejecutivo que encabeza Pedro Castillo.
Se estaría consumando así el inicio de un pacto que permitiría al gobierno contar con el brazo armado de los etnocaceristas a su servicio. Humala es un ser desquiciado y violento que pese a todos los años que ha pasado en prisión lo primero que ha hecho tras ser liberado ha sido reivindicar con orgullo sus crímenes. Por otro lado, en una astuta movida, fue rápido en hablar del fracaso de doscientos años de la derecha y la rápida caída de la izquierda, con lo que intenta pese a su conocido radicalismo ubicarse en el centro.
En el gobierno saben que los plazos se acortan. Que la organización criminal que encabeza Castillo va quedando cada día más al descubierto y se acerca un desenlace que ha de ser fatal para ellos. Ante esto recurren a la agitación de un lumpen ávido de violencia que mengüe sus resentimientos. De una partida de marginales patibularios dispuestos a todo con los que a diario organizan reuniones en palacio de gobierno. Humala y sus huestes serían perfectamente funcionales a estos intereses en estos momentos.
Sin embargo, hay un cabo suelto. La megalomanía de Humala, sus ansias de poder y el odio rumiado en más de tres lustros de encierro, lo han de hacer inmanejable. En sus delirios Humala se siente justiciero. Fue capaz de pedir la pena de muerte para su propio hermano. No tardará en sentir el más grande rechazo y desprecio por Castillo y la gavilla de delincuentes que lo rodean.
Algunos especulan sobre la posibilidad que asuma un cargo importante en el gobierno. Lo dudo mucho. Es improbable que quiera asumir el pasivo de un gobierno en caída libre. En este momento Humala se siente en alza, ha de creerse presidenciable y en nuestro país cada vez más surrealista lo podría ser. Esta idea lo va a mantener alejado del gobierno. Salvo que haya perdido totalmente el olfato político, lo más probable es que inicie una campaña por su propia cuenta.
Eventualmente los etnocaceristas, esa suerte de neofascistas andinos, paguen el favor del gobierno participando en actos de violencia y como portátil de Castillo. Pero difícilmente estamos ante una alianza de largo aliento.