Con motivo de la Reunión Consultiva en el marco de la Convención sobre la Prohibición de las Armas Biológicas y Toxínicas (CABT) del 22 al 26 de agosto, convocada a solicitud de Rusia, nos gustaría llamar la atención del público peruano y los medios de comunicación al problema del incumplimiento de sus obligaciones en virtud de esta Convención por parte de algunos Estados.
Durante mucho tiempo la Federación de Rusia ha expresado su preocupación por las actividades biológico-militares realizadas con la asistencia directa y la participación del Departamento de Defensa de EE.UU. en laboratorios en el territorio de las ex repúblicas soviéticas. Dicha actividad se lleva a cabo de forma indirecta a través de la Agencia de Reducción de Amenazas del Pentágono y empresas privadas que son sus contratistas, incluidas Black & Veatch Special Projects Corp., CH2M Hill, Metabiota.
El 9 de junio se publicó en el sitio web del Pentágono información sobre la financiación de 46 laboratorios biológicos ucranianos y el trabajo conjunto del Departamento de Defensa de EE. UU. con el Centro de Ciencia y Tecnología de Ucrania. Al mismo tiempo, en los informes de EE.UU. que se proporcionan anualmente como parte de las medidas de confianza de la CABT, no hay información sobre los programas y proyectos en curso fuera del territorio nacional y su financiación.
En el transcurso de la operación militar especial en Ucrania, la Federación de Rusia recibió varios documentos y pruebas que dan una idea bastante completa de la interacción estadounidense con la parte ucraniana en la esfera biológico-militar. Por ejemplo, en un informe sobre los resultados de la verificación de la colección de cepas de microorganismos en el Instituto de Investigación Anti-Plaga. I. Mechnikov en Odessa, se indica que había 422 unidades de almacenamiento de patógenos del cólera y 32 unidades de ántrax. Tomando en consideración la ausencia en los últimos años de casos de brotes masivos de estas enfermedades en Ucrania, la nomenclatura y los volúmenes acumulados de bioagentes arrojan dudas sobre su propósito preventivo, protector u otros fines pacíficos.
Al mismo tiempo, la lista de patógenos estudiados no corresponde a los problemas de salud actuales de Ucrania, de acuerdo con los informes de la Organización Mundial de la Salud (sarampión, poliomielitis, tuberculosis y otras infecciones socialmente significativas), pero incluye patógenos de enfermedades infecciosas peligrosas, que podrían ser agentes potenciales de armas biológicas. Curiosamente, una de las áreas de investigación de la empresa estadounidense Labyrinth Global Health (que tiene una división en Ucrania) fue el estudio de coronavirus y viruela del mono.
Además, los documentos hallados contienen descripciones de los proyectos UP-4 y P-781 enfocados en estudiar la posibilidad de propagación de infecciones peligrosas a través de aves migratorias (incluidas la influenza altamente patógena y la enfermedad de Newcastle) y murciélagos (incluidos los patógenos de peste, leptospirosis, brucelosis, y también coronavirus y filovirus) que pueden ser considerados como medios propulsores. La cobertura espacial de ambos proyectos en realidad incluía no solo las regiones ucranianas fronterizas con Rusia, sino también el propio territorio de Rusia. La lista de tales proyectos no se limita solo a los mencionados.
Todo lo anterior demuestra lo fundada que es la preocupación de Rusia con respecto a las actividades biológicas militares en el territorio de un Estado vecino con la participación de terceros países y constituye una grave violación de las obligaciones de Ucrania y los Estados Unidos en virtud de la CABT.
(*) Embajador de Rusia en Perú