Por Angella Lowy
Y ahora, qué me pongo! Es mi dilema de cada día. Escojo la ropa, los zapatos y los accesorios que combinen, siempre pensando en la imagen que quiero proyectar. Pero vale la pena ese “trabajito” de arreglarme, porque al final me veo en el espejo y me siento bien.
Sin embargo, sé que “el hábito no hace al monje”, pero soy consciente de que como te vistes te tratan; sobre todo en esta sociedad del envase, en donde importa mucho lo externo. Y aunque no es agradable que te juzguen por cómo se te ve, es importante verse bien.
Y no necesitas tener un gran guardarropa para vestirte con gracia y elegancia, simplemente es cuestión de combinar las prendas, teniendo en cuenta los colores y la temporada, le agregas los accesorios y listo, saldrás a brillar con luz propia.
Tal vez pienses que es algo superfluo y que eso no va contigo, pero inténtalo y verás que tu esfuerzo por verte bien dará sus frutos; te sentirás mejor contigo, tu autoestima se elevará haciendo que esto influya positivamente en tu organismo.
El preocuparte por tu apariencia al igual que por tu crecimiento intelectual y espiritual, te harán una persona completa, digna de admiración y modelo a seguir. Te verás bien y te sentirás bien.
Claro, no faltarán los envidiosos que verán con malos ojos tu arreglo y lo atribuirán a una falta de modestia de tu parte ¡Ignóralos! Por lo visto, eres más importante para ellos de lo que creíste, porque no tienen otra cosa que hablar de ti y enfocar tu esmero por verte genial, de manera negativa.
“¡Ladran perros, Sancho, señal de que avanzamos!” así le dijo Don Quijote a su fiel escudero, refiriéndose de este modo a la gente que hablaba mal de él. Y es que siempre habrá personas que no soportarán verte feliz y tratarán de hacerte caer. No hacerles caso, es lo más efectivo.
Dicho de otro modo, lo mejor que puedes hacer por ti es empezar a quererte; mírate al espejo y acéptate como eres, engríete, cuídate por dentro y por fuera, date tus gustos, no llores por quien no te merece, eres un ser valioso y demuéstratelo. Rodéate de buenas amistades, disfruta de las cosas simples que te da la vida y lo más importante: ámate para que te amen y valoren, porque en el mundo no hay dos como tú.