Por: Luciano Revoredo / El progresismo es una enfermedad mental

por | Mar 13, 2023 | Opinión

Una mujer se transforma en hombre y un hombre se transforma en mujer. Ambos se identifican con el sexo contrario al que la naturaleza les dio. Esta autoidentificación basta en las fantasías del progresismo para que debamos reconocer a la mujer como hombre y viceversa. La mujer se llena de hormonas y se mutila los pechos. Pronto tiene barba. El hombre llena de hormonas y se vuelve lampiño, se le adelgaza la voz y se pone senos. Sin embargo, ambos siguen siendo aquello que nacieron. Un buen día la “mujer” con senos de silicona pero que conserva aquel atributo masculino que el feminismo identifica como un arma agresora, es decir el maldito pene, embaraza a la mujer barbuda que también conserva detrás de su forma masculinoide ovarios, útero y demás.  Sucede entonces que todos debemos creer que estamos ante un hombre embarazado porque así lo dicta la corrección política.

Circula un bulo ridículo en las redes sobre un supuesto catedrático Alfredo Arapiles quien sostiene que se puede implantar con éxito un óvulo fecundado en el intestino grueso del trans, desviando las heces temporalmente a un ano artificial y dando a luz de forma fecal. Cientos de imbéciles se apuran en poner “me gusta” y celebrar semejante absurdo como un posible logro de la ciencia. No piensan en lo abyecto y asqueroso de la idea, les parece un avance de la humanidad el reemplazar el parto y el embarazo natural por defecar bebés.

Se celebra el día de la mujer. La marca de toalla higiénicas “Nosotras” lanza una campaña delirante. En un video señalan que Lima está llena de penes. Se muestran algunas imágenes de grafitis. Es cierto, desadaptados que nunca faltan han dibujado penes. Que la ciudad esté llena es ya parte de la imaginación de algún creativo. Frente a esta invasión peneana, proponen una campaña para llenar la ciudad de úteros. Y sale una cuadrilla de grafiteras a pintarrajear la ciudad con supuestos úteros, que por supuesto muy pocos notarán que lo son. Gran iniciativa por la que algún avivato cobrará miles de dólares a la tan progre empresa, que a su vez pasará estos gastos como parte de su responsabilidad social.

El Che Guevara fue un despiadado asesino en serie. Racista y lo que la progresía podría definir en su neolengua como un homofóbico. A los homosexuales los metía en prisión y los fusilaba por maricones. Una de sus frases célebres fue que la revolución no necesitaba peluqueros. Así pensaba aquel falso valor. Lo paradójico es que ahora lo han convertido en un tótem de las campañas pro-LGBT. Su verdugo es ahora su ídolo.

Los derechos de los animales se imponen. Miles de mujeres que impulsadas por la perfidia feminazi postergaron la maternidad se quedaron sin hijos, ahora tienen lo que la jerga progre llama perrijos y gatijos, a los que como una sublimación del instinto maternal que las agobia, ponen zapatos, pasean en coches de bebé e incluso dejan en guarderías mientras van a trabajar. Están ganadas por el animalismo lo mismo que miles de hombres que aplauden las leyes de protección de las tortugas, lloran por las ballenas, pasan sus horas vacías en los parques haciendo amistades en torno a los perrijos, pero llegado el momento se atan el infame pañuelo verde y apoyan el horrendo crimen del aborto. Su amor por la vida y los derechos no llegan hasta los bebés.


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