Sí. Efectivamente, debemos despresidencializar la Presidencia. Toda persona que entra a la política local, postulante o no, está convencido de que puede ser jefe de Estado en el Perú. En el siglo XIX tuvimos decenas de postulantes autoproclamados.
Han vencido sin apoyo popular. Los partidos de masas en nuestra patria fueron el Partido Civil y el Partido Demócrata; anteriormente a ellos existió el Club Progresista que presentó candidato a las elecciones de 1850. Basadre lo llama “Primer ensayo de Partido Político organizado”. Tenía como lema una frase de Dunoyer: “Vosotros sois la causa verdadera de la injusticia y de la opresión, pues los males que forjan los gobiernos estriban en la corrupción que los provoca, en la ignorancia que los aprueba, en la pusilanimidad que los tolera”. El Club Progresista en su manifiesto final expresaba: “Sabido es (decía) que una de las primeras causas que ha hecho para nosotros infecundo el sol de la libertad es el predominio constante que en el orden político ha ejercido el poder militar.”
II
Todo eso se derrumbó y, ulteriormente, aparecieron en la arena política el partido Civil (1872). Solo merecieron el respeto del país hombres como Manuel Pardo, primer presidente civil del Perú o Nicolás de Piérola, héroe en la resistencia militar contra la invasión siniestra de los chilenos.
Piérola sería luego jefe de Estado de origen popular con su partido Demócrata y gobernaría legítimamente de 1895 a 1899. Concluido su mandato no pudo reelegirse y pereció paulatinamente con su partido, hasta que desapareció totalmente hacia 1913, con su muerte. Sucesores de los partidos históricos aludidos se pulverizaron y singularmente el Demócrata Reformista de Augusto B. Leguía (1924); pero a su muerte, el reconocido periodista Federico More –severo crítico en vida de Leguía— lo recordó así:
“Desdichado como Salaverry, audaz como Piérola, vivaz como Castila, es el único que supo darnos la sensación de que éramos grandes y fuertes (…) Con su muerte Leguía se venga amargamente de sus enemigos. Cuando los perdona, los anatemiza. Cuando los olvida, lanza contra ellos a los lobos voraces de la posteridad… Algún día sabrán los enemigos de Leguía cuánto daño les ha hecho esa muerte, cuánto significa ese cadáver salido del Hospital Naval”.
Los partidos y movimientos políticos que aparecieron después fueron con doctrina y masas; surgió con furia creadora el Partido Aprista Peruano (PAP) que ya tiene cien años y tendrá varios lustros más. Su doctrina está en el ideario del partido Demócrata pierolista. El espíritu de Haya de la Torre vendrá desde la escalinata de la historia para darnos la victoria. El futuro nos dará la razón.
III
La tesis de despresidencializar recoge las ideas de Haya sobre la presidencia de la República y su poder paralelo, el Parlamento. Desde nuestra Independencia, hemos tenido jefes de Estado totalitarios, en pugna con el Congreso; querían someterlo y disolverlo. Ahí están los casos de Riva Agüero, Torre Tagle, Billinghurst y hasta el inefable Pedro Castillo, destituidos por el Congreso. La nueva figura presidencial, como ya he dicho antes, será quien represente a la nación y un factor de unidad de la República.
Hasta hoy ha sido un Virrey sin Rey, sin Consejo de Indias, sin Audiencia y sin Juicio de Residencia. Debe pasar a manco constitucional. Eliminar la doble vuelta electoral y exigir solo el 33%; y, en su defecto, la elección la realice el Congreso; no reelección; introducir un Consejo de Ministros, fruto del consenso parlamentario; con facultades de decisión y posibilidad de gobernar por Decretos con fuerza de ley; mayoría congresal calificada para superar el veto presidencial; facultad de promulgar una ley sólo en partes, vetando otras secciones; posibilidad de convocar a referéndum para resolver conflictos con el Poder Legislativo; facultad de disolver el Congreso.
Pero, debemos reintroducir el Juicio de Residencia para que todo funcionario aforado o no, al concluir su mandato, sea examinado por infracciones o delitos y someterlo al antejuicio. Deben permanecer arraigados un año, plazo de duración del proceso. Cambiemos la situación porque no tenemos presidentes, sino virreyes.
(*) Jurista, exconstituyente, exdiputado, exsenador y excongresista de la República,