Solemos ver lejana la muerte cuando no toca a nuestras familias o alguna persona cercana, vemos con indolencia en los diversos medios de comunicación todos los días, personas asesinadas por la inseguridad ciudadana.
Solo un puñado de peruanos con sus acciones heroicas o trascendentales han logrado la inmortalidad conmoviendo a toda una sociedad al momento de su fallecimiento.
Luis Justino Manrique Pizarro, quien ofrendo su vida para auxiliar a una ciudadana asaltada, sereno del distrito de Santiago Surco logró hacerlo, hoy es el “Sereno Héroe” símbolo de lo que es vivir para servir, de su valentía pero también de la inacción e indiferencia del gobierno central al pretender que un cuerpo de serenos municipales nos resguarden de la delincuencia sin usar ningún tipo de arma para defendernos.
Los gobiernos locales están atados de manos al no poder proveer a su personal de seguridad ciudadana del equipamiento mínimo necesario para ejercer su acción e imponer el orden, el gas pimienta, las varas de defensa personal e instrumentos paralizantes parecen ser vistos por el gobierno central como enseres peligrosos para manejarse por los serenos.
Esta decisión nos pone en una situación sórdida y surrealista donde cualquier ciudadano común y corriente tiene más posibilidades de defenderse o defender a alguien frente a la delincuencia que un sereno, ya que no tiene la limitante normativa de no poder llevar ningún tipo de adminículo que sea considerado arma letal o no letal para resguardarnos de los malhechores.
Un vecino cualquiera si se encuentra en una situación no deseada de que un delincuente ingresa a su propiedad o es asaltado por la calle podría llevar gas pimienta, una vara e incluso una pistola y defenderse, el trabajador municipal no.
Esta visión miope y absurda de negarse a ver que el problema de la migración nos ha traído altísimos niveles de violencia e ingreso de organizaciones criminales integradas por pandilleros provenientes de países caribeños, donde estas bandas delincuenciales en sus naciones son comparables con el fenómeno del terrorismo en nuestro país.
Ha ocasionado que se trace mal la estrategia para combatirlos, el limitar a un colaborador municipal a que luche con sus brazos frente a armas de fuego o garrotes delincuenciales es exponer a los buenos de esta batalla a un trágico final.
Hoy más que nunca apremia que el ejecutivo se ponga los pantalones, destine más efectivos policiales a las calles y promulgue la Ley ya aprobada por el congreso para la utilización de armas no letales por parte de los municipios.
Esto combinado con la iniciativa del ingeniero Pedro Calderón Valencia para que las municipalidades se encarguen de fiscalizar el tránsito, logrando de esta manera poner más de 10 mil efectivos policiales a patrullar, que actualmente desempeñan labores de fiscalización vehicular, elevaría un poco nuestro alicaído nivel de seguridad en la ciudad, que la partida de este extraordinario ser humano como lo fue Luis Manrique nos dé una gran lección.
Las autoridades deben comprarse los problemas de los ciudadanos y resolverlos, el Perú necesita soluciones ya.
