Todo tiene su final. Hasta el propio Héctor Lavoe lo dice cantando, pero en el sector cultural vemos que hay algunos personajillos que no entienden que hay ciclos que se deben de cumplir y cambios que se deben hacer. Milagros Saldarriaga estuvo como directora de la Casa de la Literatura Peruana casi 10 años. Una década donde se hizo tan poco para un espacio que tuvo la gran oportunidad de convertirse en el epicentro cultural del centro de Lima.
La realidad es que la gestión de Saldarriaga fracasó en la búsqueda del sueño de miles de escritores y lectores, el cual era tener un espacio inclusivo como baluarte para las diferentes voces de la costa, sierra y selva. Este espacio si bien es adscrito al Ministerio de Educación, también es el reflejo de la paupérrima gestión pública del sector cultural que ha sido encabezado por el Ministerio de Cultura, donde la argolla, la corrupción y la mediocridad son brillantes coronas que llevan sobre sus cabezas.
Han tenido que pasar 10 años, para que algunos conformistas y asalariados de la Casa de la Literatura Peruana salgan a expresar su apoyo a la mediocridad y al continuismo de la argolla, entre ellos un puñado de caviares que se venden como “intelectuales” cuando en realidad son parásitos en búsqueda de las órdenes de servicio. Puede haber existido alguna exposición o evento que se puede saludar en la gestión de Saldarriaga, pero entendamos que una golondrina no hace un verano.
Lo peligroso aquí, es que las malas gestiones culturales y las argollas —que en realidad son lo mismo— están provocando que las instituciones estatales para la cultura sean rechazadas por la población. Así como hay mucha gente que prefiere que se cierre el Ministerio de Cultura, también habrá voces que pidan que se cierre la Casa de la Literatura. Pero esto no es solo un problema nacional, por ejemplo, en México, el efecto de las malas gestiones y la presencia de la argolla enquistada en el poder, han provocado que en el 2015 el Consejo Nacional para la Cultura y las Artes (Conaculta) desaparezca.
Han pasado 14 años desde que la Casa de la Literatura Peruana abrió sus puertas, y a solo meses de cumplir quince años, se ha convertido en el “Elefante blanco de la literatura”. Lamentablemente la mala gestión, terminó alejando al público y a los trabajadores de la cadena productiva del libro, personajes claves que fueron ignorados debido la mezquindad y a la ignorancia. Si para algunos despistados la gestión de Saldarriaga ha sido de lujo —lo mismo decían de PPK— entonces no tendrá problema de demostrar su gestión en el sector privado o de manera independiente, como miles de gestores culturales que se parten el alma sin el apoyo del Estado.
(*) Periodista y director de la revista Lima Gris