Por Francisco Diez-Canseco Távara (*)
¡Basta ya de tanta mentira, manipulación, infundio e ineficiencia!
Lo que se encuentra de por medio es el futuro del Perú en una democracia que debe ser objeto, como lo preconiza Perú Nación, de una Revolución Pacífica que recupere su esencia ética y libertaria y que elimine, de una vez por todas, la corrupción, la injusticia, la marginación y la pobreza en un marco de respeto y promoción del emprendimiento privado productivo, legítimo y sin mercantilismo.
El abuso de las garantías que ofrece el sistema democrático a todos los peruanos es una práctica consuetudinaria en nuestro país, en un contexto en el cual es perfectamente aplicable la famosa frase de Orwell por la cual todos son iguales, pero algunos son más iguales que otros
Eso es exactamente lo que ocurre en nuestra Patria: la desigualdad no se refleja meramente en el status económico o social, sino que trasciende al propio ejercicio de la justicia donde el poder político, la presión mediática y la coima benefician fundamentalmente a los que son “más iguales que otros”, generando situaciones de abuso realmente inimaginables.
Esta distorsión del sistema no da ya para más y por eso sigue provocando, en ciertos sectores, la tentación del antisistema, pese a los evidentes fracasos e inaceptables abusos de la izquierda marxista en los países donde gobierna o ha gobernado en forma totalitaria.
Para eliminar ese peligro es necesario construir una opción moral válida, transparente y que despierte confianza en que sí se puede regenerar un tejido político destruido por largos años de corrupción e impunidad.
Es obvio que esa alternativa no puede ser desarrollada por quienes, siendo partícipes visibles y notorios de la Era de la Corrupción, pretenden seguir escudando sus inaceptables acciones con tinterilladas y maniobras políticas destinadas a preservar su larga tradición de intocables.
Y menos con la intervención de un personaje que declaró, al asumir su primer mandato, que su única propiedad era un reloj. Cuanto ha avanzado …