Se viene anunciando lo que el rojerío violentista ha llamado la tercera toma de Lima. El caso es que tanto la primera como la segunda no pasaron de algunos días de violencia y la destrucción de la propiedad pública y privada sobre todo en el centro de Lima, pero de “toma”, nada. Por esa razón algunos pretenden minimizar el carácter de la amenaza que se cierne sobre el país bajo esta nueva arremetida.
Sin embargo, hay varios elementos para tener en cuenta. En primer lugar, el tiempo que los subversivos se han tomado para planificar esta nueva algarada, mientras que el débil gobierno de Boluarte no ha tomado ninguna medida para prevenir la ola de violencia que podría desencadenarse.
Por ejemplo, resulta absolutamente increíble, que sabiendo que Carlos “el Gallo” Zamora quien, desde diciembre de 2021, funge de “embajador” de la tiranía cubana en el Perú, que durante este año y medio su labor de espía y organizador de turbamultas para someter al Perú a los designios del Foro de Sao Paulo ha sido evidente, aún no haya sido expulsado del país.
Zamora no es un diplomático, es un hombre de inteligencia que ha dedicado su vida a promover la destrucción de las democracias para imponer los intereses del castrismo en las naciones donde es enviado. Llegó al Perú para consolidar una dictadura con Castillo y Cerrón. Intento fracasado por la torpeza de los operadores nacionales. Desde entonces está dedicado a promover actividades subversivas. Sus reuniones con gremios como Construcción Civil, que ahora lucen uniformados con camisetas rojas y apoyan la insurrección subversiva, no es casual.
Otro tema preocupante es como en sintonía con la debilidad y ineptitud del gobierno, ha crecido una falsa moralina internacional de condena al país promovida por los esbirros del Foro de Sao Paulo y ratificada por sus secuaces en la izquierda peruana.
Por otro lado recordemos como el ejecutivo, presa de una nostalgia comunistoide, permitió que en las revueltas subversivas se humille, maltrate y asesine a las fuerzas del orden que asistían a las asonadas como mirones de palo, desarmados y desmoralizados. Esto no ha cambiado. Más aún, tras las movidas de la infame caviarada que han generado informes y opiniones de los traficantes de los derechos humanos hablando de genocidio, racismo y masacres, es de suponer que el miedo a una denuncia en el gobierno debe ser mayor.
En medio de esta situación no debe llamar la atención que la vocera de Sendero Luminoso, camarada Vilma, a través de un audio llame a “tomar Lima” y pida la renuncia de la presidente Dina Boluarte y el cierre del Congreso.
Nada de lo dicho es novedad. Lo que preocupa es la aparente inacción y actitud medrosa del gobierno. Urge fortalecer los trabajos de inteligencia. Infiltrar a los subversivos. Expulsar al Gallo Zamora y su cúpula subversiva, que incluye a su esposa. Y finalmente levantar la moral de las fuerzas del orden, que estén preparadas para enfrentar este ataque al país y repelerlo si es necesario a sangre y fuego.
