La interacción entre el clima y la historia humana; como concepto básico, es indispensable un clima adecuado para la existencia de todos los seres vivos. Es difícil imaginar el desarrollo de sociedades durante las circunstancias de frío o calor extremo ocurridas hace millones de años, en un pasado geológico. En una escala de tiempo menor, vivieron nuestros ancestros las variaciones climáticas que influyeron en la disponibilidad de alimentos y el proceso de evolución de la especie humana.
El sexto informe del IPCC confirma que el cambio climático es un riesgo para las personas y la naturaleza debido a la contaminación de suelos, océanos y bosques, así como su desaparición como hábitats; por este motivo, la naturaleza se encuentra en una situación de vulnerabilidad.
Conocer de la problemática del ambiente nos ayuda a ser conscientes de que cada pequeño gesto importa. Yuval Noah Harari, señala que para entender el cambio climático es necesario saber los antecedentes de la formación de nuestro propio planeta. En su libro Sapiens: De Animales a Dioses (2011), recalca que para entender el cambio climático tenemos que remontarnos a más de ciento cincuenta millones de años, en los inicios de la vida en el planeta.
El sapiens, luego de diez mil años de evolución, no tiene parientes cercanos; lo que ha ocasionado que en su mente se imagine como un ser separado del reino animal, además de estas distancias, otro factor que posibilitó el auge del sapiens fue su lenguaje único.
En la actualidad, nuestro lenguaje único dentro del mundo jurídico son los tratados internacionales, las Constituciones, leyes, normas y reglamentos. Como vemos, la crisis climática y los inicios de la humanidad donde los Homo sapiens tratamos ahora de conservar nuestra casa común como dice el Papa Francisco, en busca de acuerdos de un lenguaje único para que pueda sobrevivir nuestra especie en el futuro. Esto es lo que siempre diferenció a los sapiens: la sobrevivencia, pero con la evolución ahora tenemos la capacidad de crear tecnologías que preserven a nuestra especie y la naturaleza.
Hace dos décadas nadie imaginaba que se hablaría como se habla del cambio climático; en este sentido, para evitar variaciones climáticas intensas, es vital el refuerzo de las defensas naturales del planeta. Por ejemplo, los bosques tienen la capacidad de evitar desastres relacionados al aumento del caudal de los ríos y las precipitaciones; sin ellos los campos de siembra se perderían inevitablemente ocasionando grandes pérdidas para las comunidades campesinas que viven de la agricultura. Por su parte, los arrecifes de coral promueven un rico ecosistema para diversos peces, lo que potencia la pesca como actividad productiva. En ambos casos, el cambio climático ha deteriorado significativamente estas y otras defensas que tiene la tierra para preservar la vida en su interior.
La realidad es que naturaleza y humanidad configuran una relación inherente e interdependiente, una actúa sobre la otra y viceversa. El índice de bienestar social del Perú exige la inclusión del ambiente, bien constitucional que, por un lado, resulta presupuesto para la realización de otros factores (como el crecimiento económico, la salud) y por otro lado, debe ser resguardado para que todas las generaciones, inclusive las futuras, tengan un adecuado y equitativo acceso al mismo.
(*) Abogada especialista en Derecho Ambiental