Ricardo Sánchez Serra
La rusofobia, o aversión a todo lo ruso, nace en Europa en la Edad Media, por ignorancia o miedo a las poblaciones orientales, debido a que se consideraban el centro civilizatorio de la humanidad. Los que vivían en las afueras, eran los bárbaros, calificativo, heredado del imperio Romano, que los llamaba así a los que moraban fuera de sus fronteras.
Ello fue acrecentado por escritores europeos de siglos posteriores, que imaginaban a los rusos como bárbaros, vivían en cuevas, eran grandes como osos, toscos, libaban mucho y eran violadores, misteriosos. Así, provocaban un miedo irracional que iba de generación en generación. Alguien tuvo la desfachatez de elaborar un falso testamento conspiratorio de Pedro El Grande, en el que se decía que Rusia debía apoderarse de Europa.
Es importante destacar, igualmente, la fuerte propaganda antirrusa del nazismo de desprecio y deshumanización. Todo ello contribuía al odio contra los rusos, porque eran “asiáticos y no europeos”, como argumenta Ucrania ahora, adicionando despectivamente que los rusos no son rusos, sino “moscovitas”.
La carrera espacial ganada por Rusia -recordemos el Sputnik, Gagarin, Tereshkova, el pionero Korolev- levantó más envidias y se rompían la cabeza preguntándose cómo los rusos, campesinos atrasados, bárbaros, podían ganarles en la carrera espacial. Los prejuicios, la propaganda y esos estereotipos erróneos interesados y el cuento de la superioridad, menospreciaron al pueblo ruso, ocultando su grandeza.
Más y más prejuicios
Recordemos la película de Rocky IV, entre Rocky Balboa y el “ruso” Iván, a quien se le mostraba gigantesco, rubio -como si todos los rusos fueran así- con cara de malo y asesino.
En otros filmes de Hollywood, ni se mencionaba a los rusos entre los que derrotaron a la Alemania nazi o que salvaron a Europa de Napoleón.
Hoy la rusofobia se ha convertido en epidemia, porque se llama al boicot del deporte, arte y cultura rusa, a raíz de la mezcla de la política en esos quehaceres. La operación especial militar rusa en Ucrania -país que violó los Acuerdos de Minsk I y Minsk II-, sirve de caldo de cultivo y nadie se le ocurre analizar por qué se llegó a eso.
Tampoco se puede soslayar el dominio soviético sobre Europa Oriental, que trajo sentimientos antirrusos en la población y que hoy se pretende no respetar los derechos de las minorías rusas en algunos países, como es el uso de su idioma y cultura e incluso negándoles los mismos derechos que tiene la población local.
De manera irracional se cancelaron las cátedras de Dostoievski y de Tolstoi, en las universidades de Milán y Paris, respectivamente. Se despiden a directores de orquesta rusos, como en Francia y Alemania. Tampoco se dejaba cantar a las sopranos rusas, sino criticaban a su presidente. Una universidad mexicana excluyó la tradicional canción rusa de Semana Santa de Tchaikovsky.
En algunos países expulsaron a los profesores que enseñan la lengua rusa y anularon las becas a estudiantes rusos. También bloquearon las cuentas corrientes, operaciones bancarias de rusos. “En Chipre lanzaron una bomba molotov en Chipre o robaron la bandera rusa en Moldavia”, como reveló el funcionario ruso Yevgueny Primakov.
¿Y en el Perú?
Desgraciadamente la rusofobia llegó al Perú. Un síntoma de la falta de tolerancia, educación y cultura, además de fanatismo y de igual forma ignorancia, en cierta parte de la población. Ello debido a la inmensa propaganda que viene de afuera e invade hasta lo más íntimo en nuestros hogares. Frente a ello, debe inculcarse que todos los pueblos y sus culturas merecen respeto.
Por ejemplo, el año pasado la Municipalidad de Lima otorgó permiso para la realización de un evento cultural gratuito ruso del afamado “Coro Turetsky”, con presentaciones en España, EE. UU. Israel, Alemania, Italia, Gran Bretaña, etc., sin embargo, ante la presión -mediante carta- de la Embajada de Ucrania, el municipio durante la gestión de Miguel Romero- canceló el evento pocas horas antes que se efectúe, que finalmente se realizó en Barranco. Miles de peruanos gozaron el espectáculo, que volvió a repetirse, con éxito, en julio de este año.
Hay municipalidades que, lamentablemente, todavía les niegan los permisos a expresiones culturales rusas. Esto es discriminación. No se está hablando de temas políticos, sino de cultura. Y a los peruanos no se les debe prohibir la cultura, ni el arte.
Otro ejemplo reciente, la Municipalidad de Miraflores organizó la Feria de Embajadas -cultural y turística- y no invitó a la representación rusa. Hay municipios que preguntan a la Cancillería si pueden realizar eventos culturales rusos y les dicen que no.
Intervención en asuntos internos
La Embajada de Ucrania pretendió -en forma agresiva- se cancele una conferencia rusa en la Universidad de Cajamarca y las autoridades académicas respondieron que eran autónomas y que no aceptaban presiones. Un ejemplo que debe imitarse. Esto es respetarse.
Recientemente, un grupo de legisladores viajaron a Moscú, invitados por el Parlamento de ese país, para el encuentro Rusia-América Latina y aparte de las múltiples críticas que recibieron, la Embajada de Ucrania condenó la visita, cometiendo, una vez más, intervención en asuntos internos del Perú. Hay que recordar que los congresistas no tienen mandato imperativo. De acuerdo a las costumbres diplomáticas, y a embajadores consultados, una Embajada puede manifestar su preocupación, más no condenar el accionar de un legislador o de un Gobierno. Esto es entrometerse en asuntos internos.
Y, ¿Qué hizo la Cancillería y el Congreso? Quedarse irresponsablemente mudos. Recuerdo que, en Chile, dos legisladores viajaron a Taiwán y el embajador chino protestó airadamente. Tanto el Congreso, como el Gobierno chileno llamaron al diplomático y le presentaron su protesta porque estaba interviniendo en asuntos internos. La soberanía allá está en el corazón y en el cerebro, acá no tienen ese espíritu de defender sus fueros. Es un harakiri para ellos mismos.
Finalmente, ¿qué argumentos tiene el Perú para enfrentarse a Rusia? El tema de la operación especial rusa a Ucrania es complejo. Se debe analizar el porqué de los acontecimientos, sus antecedentes y no centrarse solo de la ocupación en adelante. Ya el Perú tomó posición.
El Perú no debe olvidar los grandes gestos de solidaridad que tuvo Rusia con el Perú, por ejemplo, luego del terremoto de Yungay en 1970. La ayuda fue inmensa. Incluso un avión ruso con médicos y ayuda humanitaria desapareció en el Atlántico. Hoy se celebra el 19 de junio el “Día de la solidaridad Ruso Peruana”. Igual actitud tuvo para paliar otros desastres naturales.
Asimismo, hay muchos lazos de cooperación científica, educativa, militar, etc.
La Cancillería no debe tomar posición por las potencias en conflicto. Y en este caso no ser desagradecido. Debe permanecer neutral por el bien de todos los peruanos. Además, en el tema que estamos analizando no aceptar o animar la rusofobia y menos vetar eventos culturales, y que, al igual que la xenofobia y otras fobias, son síntomas de degradación mental y afectan el bienestar emocional de la población.
El Perú siempre ha sido un país hospitalario, amable, admirador de lo extranjero. Somos una mezcla de ricas culturas y etnias, como decía Ricardo Palma “el que no tiene de inga, tiene de mandinga”.
Nadie, ningún gobierno, sector de la sociedad o cierta influencia extranjera, tiene el derecho a malograr este valioso legado, que distingue a los peruanos.