Álvaro Merino dice que tan relativamente cerca como lo de la pandemia, a quién se le podría ocurrir que un auto chino tuviera mayor demanda que uno japonés o alemán en diversos mercados importantes del mundo. Pero eso ocurrió. Y eso se debe a los chinos.
Merino nos advierte, que así como por décadas ha habido el Apple versus Android, el de la industria automovilística ha sido el «Toyota versus el Volkswagen». Los coches japoneses, incluyendo Honda, Nissan, Mazda o Suzuki, destacaban por su fiabilidad y su excelente relación calidad-precio, mientras que los alemanes, BMW, Mercedes-Benz, Opel, Porsche, lo hacían por su velocidad y potencia.
Es difícil que alguien en Perú que ha tenido un auto de estos no esté en total acuerdo, máxime que en el régimen militar de los 70´s se trató de hacer una industria de ensamblaje con pésimos resultados.
En los últimos años las casas japonesas y alemanas han visto cómo un competidor emergente ha multiplicado sus ventas en un tiempo récord y les ha arrebatado el trono mundial de la exportación de coches: China.
Los fabricantes del gigante asiático, impulsados por préstamos a coste casi nulo, subsidios públicos y concesiones de terrenos a precios irrisorios, han cuadriplicado sus envíos al extranjero en los últimos tres años y en 2022 ya tenían una cuota de mercado del 16%.
En esto se incide que mucho tuvo que ver un cambio de gustos y preferencias del poblador chino.
En el 2023 Financial Times señala que China es el primer exportador global de automóviles, un dominio que no hará sino aumentar a lo largo de la década hasta protagonizar el 30% de las ventas en el 2030.
Las fábricas del país han sido incapaces de predecir el fulgurante ascenso de los coches eléctricos en detrimento de los que utilizan motores de combustión interna, así como la caída de la demanda de coches privados ante una creciente población urbana que prefiere el transporte compartido, y han inundado el mercado interno de automóviles que los chinos ya no quieren.
Las ventas dentro del país, de hecho, tocaron techo en el 2017, un frenazo que obedece a la ralentización del crecimiento de la razón, es la fragilidad del mercado inmobiliario. Es por eso que los coches chinos han empezado a llegar en cascada a diversos mercados emergentes de Europa y Asia.
En los próximos años, sin embargo, a medida que la industria del país se consolide pues los subsidios han sostenido artificialmente a multitud de fabricantes que no son rentables y se acople a los nuevos patrones de consumo, serán los coches eléctricos los que impulsarán las ventas del gigante asiático.
Se trata al fin y al cabo de un sector en el que las casas chinas sí tienen una ventaja competitiva, gracias a la ingente inversión en tecnología eléctrica y ofrecen precios más comedidos que sus rivales japoneses y alemanes.
Europa, por las tensiones entre Pekín y Washington pero también por la dependencia europea del minado y procesamiento chino de tierras raras, es el gran mercado a conquistar por marcas como SGMW, BYD, GAC, Chery o NIO.
Como se ve el gran dragón chino sube y sube en su enorme importancia en el comercio exterior y a veces, como en este caso, se debe a razones de mercado y no necesariamente a la planificación rigurosa y supervisada de un país comunista, como normalmente se cree y aprecia.
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