JAVIER VALLE RIESTRA
En los días de Mitterrand, el criminal de guerra nazi Klaus Barbie, jefe alemán de la Gestapo en Lyon, fue extrañamente expulsado de Bolivia a Francia, donde se le sometió a juicio por su conducta seviciaca y violatoria de los derechos humanos en Lyon durante la ocupación germana.
La Cour de Cassation, el 6 de octubre de 1983, legitimó ese malecaptus, bene detentuso extraditiondeguisé. Extradición disfrazada. Ese tribunal sentencio que los crímenes de lesa humanidad son imprescriptibles y que pueden ser objeto de un procedimiento judicial en Francia, cualesquiera que hayan sido la fecha y el lugar de su comisión.
La Corte de Casación dijo: “considerando que son crímenes imprescriptibles de lesa humanidad, en el sentido del artículo 6 de los Estatutos del Tribunal Militar Internacional de Nuremberg, anexo al Acuerdo de Londres del 8 de agosto de 1945, – aunque se podrían calificar también de crímenes de guerra en virtud de lo dispuesto en el artículo 6 del mismo texto- los actos inhumanos y las persecuciones que, en nombre de un Estado que practica una ideología política hegemónica, se han cometido de manera sistemática, no sólo contra personas pertenecientes a un grupo racial o religioso, sino también contra los adversarios de esta ideología, sea cual fuere la forma de su oposición”.
Cabe destacar que el Tribunal de Casación añade aquí un nuevo requisito en relación con la calificación de crimen contra la humanidad: el autor debe cometer el delito en nombre del Estado que practica una ideología política hegemónica. El grupo o el Estado que no practica dicha política se excluye, pues, de la definición.
Un caso de malecaptus, bene detentus fallido fue el de Ronald Biggs. Recordemos: en agosto de 1963, 15 hombres asaltaron un tren nocturno que viajaba de Glasgow a Londres para llevarse 2.6 millones de libras (casi 80 millones de dólares del 2004). Un mes después, los ladrones fueron detenidos por el comisario Slipper, y Biggs el carpintero, uno de los que dirigió la genial operación delictiva, fue condenado a 30 años de prisión.
Sin embargo, tras 15 meses de prisión logró escapar de la cárcel de Wandsworth, el 8 de junio de 1965. Un cirujano plástico le cambió el rostro y huyó a Brasil vía Australia y Argentina. Llegó a Rio de Janeiro en 1970 y, pese a los pedidos de Londres, no fue extraditado, porque en esa época Brasil no tenía Tratado.