Como ciudadanos, somos testigos de la persistente falta de voluntad política, un obstáculo considerable que dificulta la aplicación de principios esenciales para el goce pleno de los derechos humanos. Esta carencia, aunque fácil de corregir, se revela como un desafío difícil de abordar, incluso en el contexto de la agenda mundial.
La violencia y las violaciones de los derechos humanos a menudo encuentran sus raíces en la privación y discriminación que experimentan mujeres y comunidades. Estas violaciones no surgen espontáneamente; son el resultado de decisiones políticas que limitan libertades y participación, creando normas y obstáculos que afectan la distribución equitativa de recursos y oportunidades, empezando por los servicios públicos como el transporte ( basta mirar las filas enormes en los paraderos del metropolitano para ver la visión de desarrollo que se ha tenido en el Perú). Abordar la violencia de manera integral y proactiva es esencial, no solo como causa de graves violaciones de derechos humanos, sino también como consecuencia de la falta de voluntad política para invertir de manera efectiva en derechos humanos.
Por ejemplo, la violencia contra la mujer, cuando se aborda de manera proactiva y se considera un problema de salud pública, tiene mayores posibilidades de romper el ciclo de violencia, pobreza y desamparo, reduciendo a largo plazo la prevalencia de todas las formas de violencia, incluida la colectiva. Todas las formas de violencia son perjudiciales para la salud y el desarrollo humano, comenzando en la infancia. El maltrato físico y emocional, junto con la desatención crónica, si no se abordan oportunamente mediante políticas de salud pública, pueden dar lugar a enfermedades crónicas en la edad adulta que afectan tanto la salud física como mental. La violencia arraigada en relaciones malsanas se refuerza si no se fomentan y protegen relaciones humanas de calidad, promoviendo el deporte y una alimentación saludable, como política de estado.
El derecho a un ambiente saludable y equilibrado no debe limitarse al entorno físico, sino que también debe abarcar el entorno emocional y psicosocial en todos los ámbitos: unidad familiar, escuela, lugar de trabajo, comunidad y sociedad en general. Promover la resiliencia, empatía, educación, promoción del deporte, las artes plásticas, acceso de calidad a servicios públicos y los factores de protección en individuos, familias, comunidades y sociedades exige una mayor inversión en relaciones humanas saludables, bienestar emocional y social, así como en capital social. El empoderamiento de todas las instituciones del Estado, sin excepción, se presenta como una estrategia eficaz para hacer frente a las principales amenazas contra la salud pública y las violaciones de los derechos humanos, incluido el derecho a la salud, la mujer y la lucha contra el cambio climático. Invertir en salud pública es prevenir conflictos sociales, además de prevenir la violencia de género, promoviendo el uso responsable de los recursos públicos en el desarrollo sostenible del país implementando los programas de adaptación a fenomenos climáticos.
Amartya Sen, nos recuerda que a veces la justicia no es absoluto una cuestión de razón, sino de tener sensibilidad apropiada y el olfato adecuado para la insjusticia , no lo olvides lector, una calamidad sería cosa de injusticia tan solo si pudiera ser evitada, y particularmente si quienes pudieran haberla evitado han fallado.
(*) Abogada especialista en Derecho Ambiental