Ya hemos referido en anteriores entregas, que en Perú y otros países, por acuerdos de tipo internacional, la medida de la inflación es mediante el índice de Laspeyres, es decir la medición del índice de consumo que supone cambios en los precios, pero una canasta fija, inamovible, lo que anula efectos en la sustitución o salida del consumo de esos bienes. Asimismo, existe la “subyacente” que no toma en cuenta productos con estacionalidad y es utilizada por los bancos centrales.
Existe pues inflación cuando se produce un incremento general de los precios al compararse dos periodos de tiempo. Afecta a bienes y servicios y, con el tiempo, reduce el valor de la moneda. Es decir, con la misma cantidad de dinero se pueden pagar menos cosas. Se calcula entonces, como hemos ya referido, por un índice de Laspeyres, el que mantiene la misma canasta de consumo demandando cantidades, pero ausculta sólo la variación de los precios en dos períodos.
Esta canasta tiene artículos de consumo diario, duradero y servicios. Al resultado de la medición de dos momentos en el tiempo y en el campo, se le conoce como tasa de inflación.
Algunos economistas consideran que una inflación baja no es mala, porque significa una economía sana. Ello, pues los salarios suben y los consumidores compran. ¿Pero qué nivel de inflación se considera aceptable? Para responder a esta pregunta habría que mirar a las características particulares de cada economía, a su capacidad de crecimiento y, particularmente, a si la autoridad monetaria de un país o zona económica concreta cuenta con una inflación objetivo.
En el caso del Banco Central Europeo (BCE), su objetivo es mantener la estabilidad de los precios en el mediano plazo. Pero esto no significa una inflación de cero. La institución europea apunta a mantener una inflación en torno al 2% anual. En palabras del propio BCE: “consideramos que una inflación demasiado baja es tan negativa como una inflación demasiado alta”. Similar posición tiene la Fed de los EEUU. Y, asimismo el BCRP peruano.
Si la inflación está causada por un exceso de demanda, los bancos centrales pueden aumentar el tipo de interés de referencia o rebajar la oferta monetaria.
Si el problema es de oferta, se deben centrar en el incremento de la productividad o en la sustitución de los insumos que están provocando el incremento de los precios.
Si la causa es el tipo de cambio, se debe mejorar la competitividad de la economía o, de forma transitoria, subir los tipos, para mantener la cotización de la moneda propia.
Ahora bien, si el problema es la generalización de las expectativas de inflación, resulta necesario actuar con un pacto de rentas donde amplios sectores de la población acepten una disminución de su poder adquisitivo para frenar ese movimiento.
Con la inflación derivada de acontecimientos como la flexibilización monetaria (QE), conflictos como el de Rusia y Ucrania, Israel y Hamas y lo de la pandemia, más lo que sucede entre EEUU y China, medir la inflación con el IPC y la misma “subyacente” trae problemas, como es el caso de los EEUU que introduce en demasía los inmuebles de propietarios ocupados por ellos y por eso pagan impuestos.
Hay, asimismo, serios cuestionamientos al índice de Laspeyres por varios motivos, pues la ponderación de los bienes y productos, más que nada de alimentos y energía, cargan con mucho mayor demanda de los más pobres en ingresos y por ende asimismo un mayor sesgo. Peor es que no se considere el “Efecto Sustitución” para nada o consumidores que se salgan de ese mercado. Y ello pues el índice no fue pensado sino para tasas de inflación relativamente bajas.
No hay que olvidar que la que sufrió los EEUU en los 80´s, derivada de un déficit que es achacado a los gastos de la guerra en el Vietnam, obligó a una suba de la tasa de referencia por la FED y a una estanflación, es decir inflación con recesión.
La tasa la llevo Paul Volcker de la FED a niveles del 20% anual y usted podía nominalmente hacer Time Deposits, por ejemplo, en Miami al casi 10% nominal. En Perú casualmente en los 80´s problemas de la medición avizoraban tasas mensuales hasta del 40% mensual lo que marcó una hiperinflación, como hemos ya señalado en varios escritos, pues a nuestro juicio ella fue medida artificialmente.
Al final del día ese tipo de inflaciones, es la pérdida total de la mone-da nacional como dinero, sin duda alguna, como lo que se ha venido discutiendo en Argentina con una probable dolarización. Finalmente es menester advertir, que la política monetaria, va de la mano con la fiscal. Es indubitablemente un requisito sine qua nom.
Y es una pena que esta “Fiscal” prácticamente no exista en el país en la actualidad, lo que es todo un despropósito y que la misma Política Monetaria, al decir de un analista peruano del MIT, el Dr Jorge Baca, le faltan elementos actuales que no han sido considerados, por razones que no se comprenden. Baca enfatiza que los instrumentos econométricos y los ajustes subjetivos que utilizan las proyecciones del PBI, requieren una recalibración.
En este proceso se requiere contar con modelos de equilibrio general que incorporen los efectos de la política fiscal y monetaria sobre el PBI y la inflación en forma simultánea.
Estas deficiencias son palpables en el caso del MEF, pero también se aplican en menor medida a los instrumentos utiliza-dos por el BCRP. Este último utiliza modelos sofisticados utilizados por la mayoría de los bancos centrales (Modelos Dinámicos Estocásticos de Equilibrio General, (DSGEM).
Sin embargo, estos modelos han tenido un pobre poder predictivo en las crisis del 2008, 2015 y en la de la pandemia, especialmente en lo que se refiere a la proyección de la inflación.
¿Cuán significativos son los errores en la proyección de la inflación? Baca observa que los errores en la estimación de la inflación han aumentado significativamente a partir de la pandemia.
Señala que los modelos del BCRP han fallado en predecir el impacto de la gran emisión monetaria producto del programa Reactiva y los abultados subsidios otorgados por el gobierno para mitigar los efectos de la antitécnica cuarentena.
Estos errores en la estimación de la inflación, no sólo se han reflejado en las proyecciones del MEF y el BCRP, sino también en las expectativas de los agentes económicos recogidos en las encuestas mensuales realizadas por el BCRP.