Durante su homilía, el representante de la Iglesia llevó a cabo una crítica reflexiva y directa al enfatizar la necesidad del amor generoso y desinteresado que debería gobernar la nación.
En un acto que mezcla ritual y simbolismo, el monseñor Carlos Castillo condujo la misa de Jueves Santo en la Basílica Catedral de Lima, marcada por el emotivo lavado de pies a un grupo de madres de ollas comunes y sus niños. Este gesto, profundamente arraigado en la enseñanza de Jesús, se ofrece como un claro mensaje de amor y servicio a la comunidad.
La ceremonia, que capturó tanto la espiritualidad como el compromiso social, no solo replicó uno de los momentos más humildes del liderazgo de Cristo, sino que también permitió al representante de la Iglesia expresar su preocupación y esperanza hacia la realidad política del Perú.
Durante su homilía, llevó a cabo una crítica reflexiva y directa hacia la clase política del país, al enfatizar la necesidad de la bondad desinteresada que debería gobernar la nación, alejándose de actitudes y prácticas dañinas como el desprecio, el maltrato y la corrupción.
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Este mensaje no solo estuvo dirigido a la congregación dentro de la Catedral, sino que también extendió su crítica al Congreso de la República al instar a un cambio en la forma en que las leyes y políticas son concebidas y ejecutadas en beneficio de los menos privilegiados.
“Que el amor gratuito y la generosidad gobiernen, y no el desprecio, el maltrato, la agresión, el aprovechamiento, la mentira, los negocios sucios, los amarres bajo la mesa ni las leyes perniciosas que se están creando y no llevan a ninguna parte, solo al bolsillo de los pocos que han hecho esas leyes y olvidan completamente los bolsillos de los pobres”, mencionó.