Este 17 de abril conmemoramos el quinto aniversario de la partida de Alan García Pérez, inducido e impulsado a salir de este mundo e ingresar a la gloria eterna. Algún día tendrán que responder por sus acciones quienes lo persiguieron cruelmente y esperaban en la puerta de su domicilio para exponerlo ante cierta prensa, que no deseo ni recordar, enmarrocado y con el chaleco policial de detenido. Todo un montaje para atentar contra su dignidad, lo que no lograron.
Hoy hasta sus mayores detractores claman por la existencia de un líder como Alan García, que pueda impactar en el electorado, ganar elecciones y sacar a nuestro Perú del ostracismo en que se encuentra por múltiples razones, como las consecuencias aún sentidas de la pandemia del 2020, la crisis política que llevó a sucesivos cambios de gobierno con el promedio de uno por año en el quinquenio iniciado el 2016, la desconfianza de los inversores para seguir generando empresas y empleo, la recesión que se siente, los mayores egresos presupuestales por el Fenómeno del Niño Global y la menor recaudación por la situación imperante, así como falta de acciones gubernamentales suficientes para superar la preocupante realidad.
Los dos gobiernos de Alan García, el primero de 1985 a 1990 y el segundo de 2006 al 2011, fueron absolutamente diferentes, lo que nos lleva a efectuar precisiones y reflexiones.
Para nadie es un secreto que el primer gobierno fue desastroso, tomándose medidas populistas e irresponsables, agravando severamente la crisis económica que heredó. La reflexión primera es que nadie a los 35 años debe conducir los destinos de un país, pues no solo se requiere conocimiento, capacidad y carácter, sino también aquilatada experiencia. Para ser presidente se debe tener no menos de 50 años ni más de 75. La segunda reflexión es que el electorado no debe llevarse en sus decisiones solo por el discurso seductor, ya que se requiere de otras cualidades. El verbo ayuda, pero no lo es todo.
El segundo gobierno de García fue el reverso de la medalla, ya que fue muy exitoso, el país creció y se desarrolló, la pobreza extrema se redujo considerablemente y muchísimas familias en simple pobreza pudieron ingresar al sector de la clase media. Además, se hicieron innumerables obras públicas, se refaccionaron y reconstruyeron escuelas como también hospitales, hubo respeto a las posiciones discordantes, así como también disminuyeron considerablemente las acusaciones de corrupción.
Al segundo gobierno llegó Alan con 57 años, edad apropiada para el elevado cargo, además de haber adquirido la experiencia de su primer gobierno y residir largos años en el extranjero, que lo hizo ver otras realidades, así como verificar que los populismos a nada bueno conducen, así como que hay una clara cadena para llegar a mejor calidad de vida. En efecto, se requiere de la inversión privada para generar trabajo y con el trabajo justamente retribuido se llega al bienestar.
Además de lo expuesto, hay que resaltar dos actitudes de Alan en su segundo gobierno, como son la voluntad de rectificar los errores de su primer desempeño y, que la Historio lo recuerde, no por los errores del primero, sino por el éxito del segundo.
Otra herencia que nos dejó es no tener rencores, los que dañan el ánimo y el espíritu, demostrando en ésa forma su grandeza. Extrañamos a este Alan, sabio en la rectificación y generoso en el olvido.