Los hechos probados revelan una serie de abusos sistemáticos y manipulaciones psicológicas
La Audiencia Provincial de Cantabria ha dictaminado una sentencia histórica, condenando a quince años de prisión a un individuo culpable de agredir sexualmente a su propia hija desde que tenía apenas nueve años hasta los catorce. Este atroz crimen, que incluyó actos de masturbación delante de la menor, tocamientos indebidos y violaciones, ha sido juzgado con la máxima severidad por parte de la justicia.
La resolución judicial, notificada recientemente, es un triunfo para la víctima y un recordatorio de que los abusadores no quedarán impunes. El tribunal considera al acusado culpable de un delito continuado de agresión sexual con acceso carnal a una menor de dieciséis años, agravado por el hecho de ser su propio padre, quien abusó de su posición de autoridad y confianza para perpetrar estos actos viles.
Además de la pena de prisión, se le ha impuesto al agresor una orden de alejamiento de su hija durante cinco años, así como el pago de una indemnización de 10.000 euros por el trauma sufrido por la víctima como consecuencia de sus acciones repugnantes.
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Los hechos probados revelan una serie de abusos sistemáticos y manipulaciones psicológicas por parte del agresor, quien, valiéndose de su posición como padre y del temor que infundía en la menor, la sometió a una tortura emocional y física durante años. La niña, aterrorizada y silenciada por las amenazas de su padre y el rechazo de su madre, no encontró consuelo ni protección en su entorno familiar.
El tribunal ha subrayado la existencia de lo que se conoce como «intimidación ambiental», un fenómeno en el que el entorno del agresor contribuye al silenciamiento y la impunidad del abuso. En este caso, tanto el padre como la madre de la víctima desempeñaron roles clave en la perpetuación de este entorno hostil y coercitivo, lo que agravó aún más el sufrimiento de la menor.
La sentencia también destaca el coraje y la valentía de la joven al denunciar