GERMAN LENCH CACERES
La economía peruana se ubica en la posición 63 a nivel global (de un total de 140 países, abarcando el 90% del PBI mundial) y en el sexto lugar a nivel Latinoamérica, según el reciente Informe de Competitividad Global 2018 elaborado por el WorldEconomicForum – WEF.
La competitividad de nuestro país en el nuevo entorno mundial depende de la tecnificación, mayor conocimiento y dominio de las innovaciones tecnológicas que son extremadamente débiles y poco integrado, así como la capacitación de nuestros trabajadores. Es por eso que la mayor inversión en educación y salud es fundamental.
Nuestro interés por la tecnología es bastante limitado, hay reducidos niveles de inversión en ciencia, tecnología e innovación, y baja productividad. No se tiene en cuenta que a través de la educación, se puede trasformar el estado primario de dependencia en uno que se caracterice por la autosuficiencia, la participación comunitaria y la exigencia de responsabilidades.
La premisa básica de una sociedad con una economía de mercado es la existencia de ciudadanos que han logrado un mínimo de desarrollo a través de una educación adecuada. Por tanto necesitamos aprendizajes de calidad y aumentar el porcentaje de educación en el PBI.
Existe una gran correlación entre la educación y el nivel de bienestar de una familia. La educación es la palanca principal del progreso material y espiritual de un poblador.
Es responsabilidad del Gobierno promover la innovación tecnológica, que exige invertir más recursos públicos y privados en investigación sobre todo en nuevos temas de la biotecnología, la investigación por sistemas y las tecnologías sostenibles.
Con baja competitividad el crecimiento del Perú será solo eso y no se convertirá en desarrollo.
Justamente, respecto a la región, el WEF precisó que “el pobre desempeño de Latinoamérica y su falta de progreso para cerrar brechas frente a los países líderes se debe a la baja productividad, informalidad, escasa diversificación de las exportaciones, insuficientes mecanismos para crear empleo y financiamiento ante la creciente demanda de mejores bienes públicos”.
La productividad en el Perú ha estado casi estancada. Mientras la economía crecía a 6% anual, la productividad lo hacía a una tasa menor al 1,5% anual (Céspedes, Lavado y Ramírez-Roldán). No podemos confiar en que solo la inversión pública o los factores externos sostendrán al Perú. Es necesario reformas integrales que tengan un impacto en el mediano y el largo plazo.
Las debilidades estructurales limitan la capacidad de acumulación de capital, innovación y desarrollo; brechas que nos mantienen en la trampa del ingreso medio. Requerimos un modelo de crecimiento impulsado por la ciencia, tecnología y la innovación.
Una agenda para mejorar la competitividad y la productividad debe tomar la forma de un pacto que comprometa simultáneamente al Estado, empresarios y ciudadanos.
En el pasado el Estado se endeudó para hacer inversiones enormes en proyectos de baja rentabilidad económica y social. Cabe mencionar que la característica fundamental de la era actual es el cambio.
El peruano tiene como virtudes, la habilidad, la creatividad, y la originalidad; como defectos, la falta de disciplina, la improvisación y la resignación.
Una política económica coherente ayudaría a los pobres 6´518,000 y extremos pobres 1´197,000 de personas de diversas maneras: generando mayores recursos para educación, y mejorando la productividad de empleo. En el Perú falta capital humano y productividad para pasar a crecer al 5% y 6% anual.