Phillip Butters
Una de las cosas más graciosas que disfrutamos todos los que vimos en su momento el ‘Chavo del 8’ o al ‘Chapulín Colorado’ era el ingenio que tenía Chespirito, Roberto Gómez Bolaños, para describir situaciones que eran antojadizas, disparatadas, con torpezas y con aciertos de todos sus personajes.
A todos les parecía especialmente torpe el ‘Chavo del 8’ cuando levantaba la voz y el profesor Jirafales estaba dando una clase, o cuando intervenía Godines o el propio Kiko, que era muy engreído por doña Florinda, o la Chilindrina, que como todos sabíamos, era una persona a la que le encantaba meterle cocachos a todo el mundo.
Y claro, nosotros tenemos un Parlamento que se parece mucho a la vecindad del ‘Chavo del 8’. El problema es que los cocachos de la Chilindrina los está dando Meche Araoz con esto último que se le ha ocurrido: un arrebato de sinceramiento al pedir un aumento de sueldo.
Ojo, soy de los que cree que los congresistas no ganan del todo bien y que deberían percibir más, pero no soy congresista ni Meche Araoz, que en este momento ha sido inoportuna.
Justo sale con esto cuando todo el mundo sabe que hay un problemón con Salaverry y sus viajes bamba, con Vieira y sus lobbies estúpidos, con Bruce que un día dice que no le da la gana de rendir cuentas y al otro pide disculpas, con Gino Costa que asegura usar los S/2,800 de los gastos de representación para vivir más holgadamente, con De Belaunde que se va a España y cobra como si estuviera en Lima, con Leyla Chihuan que dice que está ‘chihuan’ pero se compra un vestidazo para besarle la mano al príncipe, cosa que la acerca tanto a su base social popular, con la congresista Maritza García que en vez de vestirse como la ‘Bruja del 71’ lo hace como una de las hadas de Chespirito cuando hacía de ‘Romeo y Julieta’ y se va a España para ver a Letizia, la hija de un taxista que ahora es reina.
Esta comedia de situaciones que era el ‘Chavo del 8’ a todos nos daba gracia porque entendíamos que era un show de televisión en el que todos los personajes eran de ficción y cada uno tenía a su favorito. El que pagaba los platos rotos era Ñoño o el señor Barriga.
El problema es que lo que está pasando en el Congreso es la vida real y la gente está odiando al Congreso y está odiando la democracia como consecuencia.
Una de las cosas que tiene que hacerse, al margen de la bicameralidad o de seguir exigiendo el voto preferencial, que no debe ser borrado, es aplicar el voto facultativo, es decir, que no sea obligatorio.
De tal manera, cuando queramos votar por el Chavo, la Chilindrina o don Ramón, vayamos con la plena conciencia de que nadie nos ha obligado y asumamos sus chistes, sus bromas o sus estupideces.