Durante el último año, María Corina Machado ha recorrido Venezuela de un extremo a otro en dos ocasiones, a pesar de que le bloquearon caminos, cancelaron vuelos y le arrojaron sangre de animal en su vehículo.
En su trayecto por calles llenas de gente, numerosas personas le han obsequiado rosarios que ella conserva, anotando el nombre, lugar y fecha, y que cuelga de su cuello. En los mítines más grandes, se pueden llegar a ver hasta diez rosarios sobre su pecho.
«Con cada uno puedo recordar por qué hago lo que hago y cuántas oraciones nos animan a seguir luchando», ha mencionado la líder opositora, quien tras las elecciones del 28 de julio, en las que Nicolás Maduro fue declarado ganador, enfrenta una orden de arresto y ha tenido que buscar refugio.
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Machado, de 56 años, ha logrado reavivar la esperanza de millones que anhelan un cambio de gobierno. Lo hizo antes de las elecciones, a pesar del escepticismo de muchos respecto al proceso electoral, y después de que el Consejo Nacional Electoral (CNE) confirmara las sospechas de que Maduro sería declarado vencedor.
Iniciando su carrera política en organizaciones de observación electoral, Machado se unió esta vez a una antigua estructura de la oposición que posee un conocimiento avanzado del sistema automatizado de votación, lo que les permitió realizar un conteo de votos paralelo al del CNE utilizando las actas oficiales que sus testigos resguardaron.
Con esto, la oposición evidenció el llamado «fraude de Maduro» y logró que naciones como Estados Unidos reconocieran a González como ganador, dadas las «pruebas abrumadoras» presentadas.
Un nuevo renacer
En el ámbito académico, se suele afirmar que el pueblo venezolano tiene una inclinación hacia el caudillismo. Desde Simón Bolívar, los siglos XIX y XX estuvieron marcados por líderes de estilo personalista y paternalista.
Aunque esta tendencia tiene raíces más antiguas, muchos atribuyen su origen a la exploración y posterior nacionalización del petróleo, un recurso que generó la noción de un «Estado mágico» que cuidaba de cada venezolano.
Hugo Chávez fue, a su manera y por razones específicas, el último representante de esta tradición.
Ahora, Machado, desde una perspectiva ideológica opuesta y como mujer, propone una nueva forma de conectar con el pueblo a través de esa misma cultura política.