“Israel ganará esta batalla. Ganaremos esta batalla porque no tenemos elección. Después de generaciones en que nuestro pueblo fue masacrado y asesinado sin piedad, y nadie levantó un dedo en nuestra defensa, ahora tenemos un Estado, ahora tenemos un ejército valiente. Un ejército de coraje incomparable. Y nos estamos defendiendo.” – Benjamín Netanyahu en las Naciones Unidas.
Con esta frase del primer ministro de Israel, inicio esta columna porque ilustra claramente lo que yo viví en el campo, lo que percibí, lo que caminé. Es fácil analizar la política internacional leyendo libros, pero mucho más interesante es conocer de primera mano de lo que hablas. Acabo de llegar de Israel y puedo afirmar que este Estado tiene un deseo profundo de vivir. Es más, se ganó a pulso ese derecho y nunca ha estado tan cerca de lograrlo de manera definitiva.
He sido testigo del compromiso de la juventud judía: jóvenes de 18, 19, 20 y 21 años dispuestos a defender su patria, y digo bien, defender, aunque eso implique atacar. El discurso progresista de la izquierda en Occidente victimiza a los delincuentes terroristas de Hamás y Hezbolá, argumentando que Israel ataca y asesina, olvidando que este país está cercado y acosado permanentemente por un círculo de fuego armado, creado y financiado por los descendientes del Imperio Persa, la cabeza de este pulpo del mal.
Nunca como ahora hemos estado tan cerca de llegar al final de este conflicto. En geopolítica existen una serie de variables que condicionan. Está plenamente identificado quién es la cabeza de ese pulpo promotor del terrorismo: se llama Irán, y los brazos están en el Líbano, Yemen, Siria, Irak, Gaza y Cisjordania. Controlar y destruir estos brazos, para luego ir por la cabeza, es fundamental.
Ahora bien, en este tablero de ajedrez geopolítico existen diversos jugadores. Rusia y China condicionan sutilmente los movimientos iraníes, mientras que Estados Unidos relativamente los judíos. Los actores principales, judíos e iraníes, tienen sus propios movimientos estratégicos. Un ejemplo claro es que Israel, hasta ahora, no ha enviado armamento sofisticado a los ucranianos, justamente para mantener líneas mínimas de comunicación con los rusos. Esto explica muchas cosas. Por su parte, Irán en su retorica tremendista amenaza volar todas las refinerías y pozos de petróleo de sus vecinos es conocida la enemistad con arabia saudita y los chinos ponen paños fríos a estos desquicios siendo los orientales los principales compradores del oro negro, un aumento excesivo del precio no le conviene por ahora a nadie.
El enfrentamiento final se dará. Las elecciones del 5 de noviembre en Estados Unidos son un gran condicionante y también lo es el conclave de los BRICS 22 de octubre, los chicos malos se reúnen en Kazán Rusia. Lo cierto es que Israel tiene en sus manos el poder de cambiar el rostro de Medio Oriente. Destruir a ese pulpo del mal llamado Irán será una tarea que se llevará a cabo sin prisa y sin pausa, en su momento. Si algo hemos aprendido es que Israel siempre cobra sus facturas. Si lo dudan le preguntan al MOSSAD.
(*) Analista Internacional
