Uno es un candidato republicano multimillonario, ex aportante en elecciones pasadas del partido de Obama, que en plena campaña como estrategia reparte papas fritas en McDonald’s (excelente jugada de marketing político), que tiene pendiente una lectura de sentencia y ha sufrido tres intentos de asesinato en lo que va del año. La otra es una candidata demócrata, ex fiscal general de California, que tiene un historial de condenas impresionante a personas de raza negra durante su gestión y que intenta hacernos creer que, como vicepresidenta de los Estados Unidos, no tuvo nada que ver con el gobierno de Biden » el distraído», dosificando las entrevistas cara a cara, no vaya a ser que los electores se den cuenta de sus serias limitaciones.
Con esa fotografía de los candidatos, entramos a la recta final de una de las elecciones norteamericanas más importantes de lo que va del siglo. No solo se enfrenta al Partido Demócrata al Partido Republicano, se enfrenta dos visiones distintas de ver la vida misma. Esto se ha acentuado en los últimos años por la forma en que los demócratas abrazaron la cultura WOKE y el progresismo «zombi», mientras que los republicanos, para combatir este desquicio infame, retomaron las banderas conservadoras, tradición, familia y reactivación económica, la deuda pública de este gigante es de más de 34 mil millones de dólares alguien tiene que parar esa fiesta interminable.
Ambos candidatos se encontrarían en un empate técnico a menos de dos semanas, según todos las encuestas de una elección bastante particular por la forma en que se elige al presidente. A cada estado se le asigna un número determinado de votos, que se calcula de acuerdo con el tamaño de la población. Por ejemplo, California tiene 54 votos electorales, y quien gana en ese estado se lleva todos los votos electorales; no existe proporcionalidad en la mayoría de los estados, salvo en Maine y Nebraska, que no son determinantes
En total, hay 538 votos electorales para repartir. Eso quiere decir que el candidato que reúna 270 votos electorales será electo presidente. En consecuencia, no necesariamente el candidato que obtenga más votos en la elección general suele ser el ganador. Esto ya sucedió en la elección de 2016: Hillary Clinton obtuvo tres millones de votos más que Donald Trump, pero el electo fue Trump.
En esta elección de 2024, existen siete estados claves. El que los gane será el nuevo presidente de los Estados Unidos: Arizona, Michigan, Carolina del Norte, Nevada, Georgia, Wisconsin y Pensilvania. En total, estos estados suman 93 votos electorales, y es en ellos donde se centra la campaña de ambos candidatos. Trump promete un gobierno para «volver a hacer grande a América», salir de las guerras e impulsar la industria estadounidense, particularmente el cinturón del oxido o cinturón manufacturero, olvidado y deprimido. A esta candidatura se ha unido el hombre más rico del mundo, Elon Musk declarado enemigo del progresismo. En la otra vereda está Harris, quien promete, más cultura WOKE, más emisión inorgánica, control de precios y socialismo económico puro y duro. ¿Quién ganará? Pronóstico reservado, si gana Trump se vienen cambios profundos si gana Harris todo seguirá igual o peor.
(*) Analista internacional