Tercera de abono. Triunfal despedida de Ponce en acho
Magaly Zapata
Fotos: Monica Lucas
Y la historia contará que Acho se puso en pie al toque de clarín que rompió el viento y en desgarrada de emoción el gentío le cantó TORERO, TORERO, TORERO cuando lo vio vestido en espuma de mar y oro. Ponce se fue, se despidió, que yo lo vi, aquí en Lima lo despedí.
Fue el domingo 3 de noviembre, emocionado, nostálgico y feliz, le había pegado muletazos con el alma y le había cortado las orejas a su último toro en Lima “no tengo palabras para expresar la emoción que siento; no han desesperado con los dos primeros toros que han sido muy malos, han sabido esperar, ver sus dificultades ¡eso es Lima, eso es Acho! Acho es despaciosidad, temple y cariño”.
Regalo en palabras de una leyenda del toreo al despedirse. Supo aquilatar nuestra esencia desde aquel lejano 1991 y las 20 ferias que aquí toreó y las 12 puertas grandes con la de hoy que rompió el empate con Curro Girón, son hitos en nuestra historia.
Su voz temblorosa a punto de quebrarse era la palpable evidencia que el Maestro, al que despedimos con emoción desbordada en frenesí, se había conmovido con el cariño franco y sincero de los aficionados limeños que acariciaron su corazón torero, herido por el drama de la devastación en su Valencia natal. Minuto de silencio hubo por ello.
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Paseaba el redondel mirando cada rostro para recordarnos siempre. Estuve en la despedida de El Juli en Nimes y Madrid pero vivir esta, en mi Acho del alma, fue diferent; se agolpaban los recuerdos de afición, años y triunfos escritos en comunión, con alma, vida y corazón. 3 de sus 6 dorados escapularios del Señor de los Milagros tuve el privilegio de poner en sus manos, lo recordó. El toreo es verdad y sentimiento, Acho también.
Y como los de la guardia vieja convivieron la esencia de Manzanares, Teruel, Ordóñez y Procuna, los de hoy entronizamos su arte como “el Quinto Torero de Lima”, vitola de cariñosa conexión entre el torero, su esencia y la nuestra. Joaquín Galdós había cortado oreja del 4o que debieron ser más si no yerra con el acero ¡ay, ese faenón que cuajó a su primero! Sólo él lo vio y cómo lo toreó, hilvanando su taumaturgia con bordados de tisú, ritmo, cadencia, temple, empaque y gusto, qué artista está hecho y aunque la foto final aupado con Ponce no se dio, el paladar del buen aficionado saboreará su esencia de arte inmarcesible por la eternidad.
Los de El Pilar no colaboraron como se esperaba, su poca raza pusieron la cosa difícil, Acho esperó, tamizó, los silencios de expectación fueron sonoros y Dios quiso que saliera el ‘sospetillo’ del adiós, todo fue ritmo y compás, tan suave, tan lento, tan mimado y tan técnicamente perfecto, hasta la cruz del cerro crujió, Acho cimbreó sus machones con el toreo demiúrgico que brotó como hondo quejío ante el adiós; aroma de buen toreo y música propia por sus aesteticas maneras divagaron desde el Rímac al Turia famoso. Joaquín lo abrazó “tenía que pasar, se lo merece, tenía que embestirle un toro, Acho tenía que despedirlo por la puerta grande”. Amén. Y la historia dirá que sus toreros despidieron al maestro, con cariño; Joaquín le acompañó la tarde y Andrés montó su historia en sus hombros.
Galdós cortó una oreja de peso.
Ponce desorejó último toro de su historia en Acho.
Ponce temple y desmayo en su entrega.