Libro “Verdades Ocultas” de José Luis Vargas Sifuentes, las pone al descubierto
Por: Víctor Alvarado
El periodista y escritor, José Luis Vargas Sifuentes, ha publicado el libro “Verdades ocultas. Mitos y hechos tergiversados del proceso de la Independencia del Perú”, en el que luego de una investigación de 18 años ha desmitificado y demostrado la falsedad, omisiones y contradicciones de una larguísima serie de supuestas verdades, en unos casos ignoradas y en otros deliberadamente ocultadas, por la historiografía oficial.
Vargas es un periodista de una larga trayectoria en el periodismo de investigación, autor del libro “La sexualidad en el Imperio de los Incas” y ha sido colaborador de los libros publicados por los escritores Guillermo Thorndike y Enrique Congrains, respectivamente.
La obra ha sido editada por el sello Qelqa Editores, que dirige el periodista Floiro Tarazona Ramírez, y presentada en el Centro Cultural “Ricardo Palma” de Miraflores con las intervenciones, en calidad de panelistas, del historiador y profesor universitario, Ricardo Alvarado Portalino y de la periodista y presidente reelecta de la Asociación Nacional de Periodistas- ANP, Zulaina Lainez Otero y asistencia del notable arqueólogo, Federico Kauffmann Doig, en calidad de invitado especial.
Sin disparar un solo tiro
Las desmitificaciones realizadas por Vargas, en verdad, deberían conducir a una revisión severa de la historiografía sobre el proceso de nuestra independencia, como él mismo lo ha subrayado en su intervención y aunque las circunstancias políticas actuales no garantizan que esto ocurra, es un encargo que deberán asumir las nuevas generaciones.
Vargas advierte que San Martín, consumó la Independencia sin disparar un solo tiro, luego de una negociación primero con el virrey Joaquín de la Pezuela (1816-1821) y luego con su reemplazante el virrey José de la Serna (1821 al 1824), con quien tenía una larga amistad forjada en la lucha que libraron juntos por España en las guerras napoleónicas, y que le facilitó un acuerdo consensuado de declaratoria de la Independencia.
Su amigo La Serna
Todo indicaría que San Martín no quería pelear con su amigo La Serna, aunque es posible sostener también que estaba seriamente afectado y limitado por las enfermedades que padecía: el asma, la gota y la ulcera.
La independencia declarada por San Martín solo tenía vigencia en Lima, mientras que los otros dos tercios del país seguían en manos de tropas realistas. Para concretar la independencia y derrotar definitivamente a los españoles tuvo que venir Bolívar al frente de un renovado Ejército Libertador.
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Manuelita Sáenz
Otra omisión desmontada por Vargas está referida a Manuelita Sáenz, a la que los historiadores evocan solo como la amante del Libertador Simón Bolívar, pero no como la mujer combatiente con armas en la mano, que arriesgó su vida en las batallas por la independencia de Ecuador y Perú.
Sáenz participó activamente, bajo las órdenes del general Sucre, en la batalla de Pichincha, que selló la independencia de Ecuador y determinó le sea conferida el grado de teniente de Húsares del Ejército Libertador y en las batallas de Junín y Ayacucho, que motivaron su ascenso al grado de coronela del ejército colombiano.
Años más adelante, el 25 de septiembre de 1828, durante su residencia en Colombia, al lado de Bolívar, contuvo a un grupo rebelde que pretendía asesinar al Libertador, dándole tiempo a este de escapar por una ventana, por lo que él mismo la nominó luego como la “Libertadora del Libertador”.
Capitulación de Ayacucho
Una tergiversación gruesa de la historia, está referida, en palabras de Vargas, a la mal llamada Capitulación de Ayacucho, por haber sido redactada por el vencido general realista español, José de Canterac, después de la batalla de Ayacucho (9 diciembre 1824), y no por el vencedor, José de Sucre), al que el español le impuso sus condiciones.
Estas, en verdad condiciones leoninas, se pueden leer en el art. 8: El Estado peruano reconocerá la deuda contraída por la hacienda del gobierno español en el territorio; art. 15: todos los jefes y oficiales prisioneros quedarán en libertad, los heridos se auxiliarán por cuenta del erario peruano, y art. 16: los generales, jefes y oficiales conservarán sus uniformes y espadas.
Más omisiones
La historia oficial ha omitido señalar, apunta Vargas, que los generales patriotas no castigaron la crueldad y sevicia de los militares españoles aplicada a los indígenas; y tampoco la matanza innecesaria de quechuas y aimaras, practicadas por el Ejército Libertador (sic) luego de concluida la batalla.
Los historiógrafos de la Batalla de Ayacucho también han omitido referirse a la ignorada batalla librada seis días antes, el 3 de diciembre de 1824, en la que el ejército patriota de Sucre quedó reducido a la mitad, con lo que se puso en peligro la batalla final, que felizmente no ocurrió.
Pagos por la Independencia
Vargas revela una escandalosa omisión de la historia oficial, el precio que pagó el Perú por su independencia a los países que participaron con sus ejércitos en nuestra independencia.
“Chile nos cobró 4 millones de pesos (equivalentes a 4 millones de dólares) por el envío de la Expedición Libertadora, que dicho sea de paso, vino sin provisiones”, dedicándose a saquear las haciendas para abastecerse”, narra Vargas.
Colombia cobró 5 millones, sin contar los 2 millones que el Congreso aportó a Bolívar y a su ejército; Ecuador cobró 2 millones 860 mil pesos, Venezuela, 885 mil pesos, Estados Unidos recibió 300 mil peses por daños colaterales (“secuestros y perjuicios”). Argentina fue el único país que no reclamó nada.
Encima premios
Como si estos pagos fueran poco, la historia oficial oculta el reparto de premios a los vencedores de Ayacucho consistente en dinero, tierras, inmuebles, haciendas, títulos, etc., y más aún, la Municipalidad de Lima le entregó a Bolívar una costosa espada con vaina de oro macizo de 18 kilates, 1,367 brillantes y perlas.
Según la investigación de Vargas, la primera bandera nacional rojiblanca del Perú no fue el producto de un sueño del vuelo de las parihuanas por San Martín, sino que fue creada, a solicitud del propio Libertador, con fecha 21 octubre 1820 por el topógrafo y pintor inglés, Charles Wood Taylor, natural de Liverpool de unos 26 años de edad.
La tiranía del espacio nos impide repasar una larga lista de otras omisiones y tergiversaciones, pero nuestros lectores pueden hacerlo accediendo directamente a la obra.