Penosamente Petroperú, la empresa petrolera del Estado, creada sobre la base de lo que fue la Empresa Petrolera Fiscal (EPF), ha ido de tumbo en tumbo por su manejo poco claro y transparente y por errores incalificables de quienes la han dirigido y gerenciado, no todos por cierto.
Cuando por fin el directorio presidido por Oliver Stark Preuss, presenta al Estado su plan de reestructuración para ponerla en valor, a fin de tomar decisiones adecuadas sobre su futuro, no se acepta el plan y su mencionado presidente tiene que presentar su renuncia, seguido de los miembros del directorio que lo acompañaban en la gestión. Una ventana de oportunidad perdida para Petroperú.
Con el correr de los tiempos Petroperú se desprendió de algunas operaciones de prospección petrolera, así como de infinidad de grifos, incluso de algunas refinerías, aunque quedando con la de Talara que, bajo el pretexto de modernizarla y ponerla en valor, se fue sustituyendo por una nueva y costosísima, con sospechas de que lo hecho no responde a lo invertido y pese también a que no tenemos suficiente petróleo para procesar en Talara.
Las remuneraciones que se pagan en Petroperú son sumamente onerosas en relación con los resultados empresariales y, los beneficios que se han otorgado al personal en las negociaciones colectivas exceden a las posibilidades de la empresa y, son tan abundantes que parece que las negociaciones colectivas fueron simples allanamientos de la empresa a los pliegos que le fueron presentados.
Hoy Petroperú cuenta con un nuevo directorio y gerencia general, en que algunos de los miembros nombrados para integrarlos, ya han estado con anterioridad en los cargos y no pudieron ser exitosos en su gestión. Se dice que la obstinación de la presidenta de la República impidió poner gente adecuada, aunque no se a ciencia cierta si dicha aseveración tiene sustento.
Lo cierto es que es muy difícil conseguir personas adecuadas para el manejo de tal empresa del Estado, si es que no se tiene un norte lógico y posible, pues así se tuviese que vestir a la empresa, como una novia antes del matrimonio, en este caso su deseada privatización, ello es dificilísimo si es que no hay un norte claro y conveniente.
No olvidemos que los directores deben de cumplir con las normas duras del “compliance”, además de tener limitaciones para la contratación de ellos y sus familiares con el Estado, ser personas que pueden ser objeto de seguimiento por la Unidad de Inteligencia Financiera Perú (UIF) y algunas otras limitaciones e inconvenientes, por lo cual nuestra tesis es que debieron recurrir a los que hoy están pues nadie de solera, prestigio y sano conocimiento, quiso “cargar con el muerto”.
Si bien el “muerto” parece gato por sus varias vidas, en verdad ni siquiera las administraciones que se han sucedido han podido dar seguridad al oleoducto norperuano, el que es casi permanentemente afectado por manos extrañas, que impiden su funcionamiento y obligan a Petroperú a realizar inversiones adicionales y encima no previstas.
Como hemos podido apreciar, Petroperú es un “barril sin fondo” y encima hace gastos innecesarios y dispendiosos como colocar en medio escrito aviso dando la bienvenida a quienes vinieron a nuestra patria para la Cumbre APEC 2024, reunión en la que Petroperú no toca ningún pito.