El domingo pasado fui a la Feria del Libro Ricardo Palma en el Parque Kennedy, este año llegué con un objetivo claro: comprar La mujer incierta de Piedad Bonnett, de la que había leído muy buenas reseñas.
Pero los libros tienen su propia manera de encontrarnos, ¿no? Mientras caminaba entre los stands, algo llamó mi atención: La vegetariana, de Han Kang, la reciente Nobel de Literatura 2024. Soy vegetariana desde hace un tiempo, así que, sin pensarlo demasiado, lo compré. Esa misma tarde lo abrí, y, para cuando me di cuenta, ya estaba en la página 70. Lo terminé al día siguiente.
Es un libro que no solo te cuenta una historia; te confronta, te sacude y, de alguna manera, te transforma. La novela narra la vida de Yeonghye, una mujer surcoreana, una ama de casa que sigue el guion social: cuida de su esposo, cocina, limpia. Pero un día, dice algo que descoloca a todos: «No quiero comer carne».
Una decisión que podría parecer insignificante desata un terremoto en su vida y la de quienes la rodean. El relato, contado desde distintas narrativas, explora temas como el cuerpo, la libertad y las normas sociales. Una escena que me dejó sin aliento ocurre durante una cena con el jefe del esposo de Yeonghye.
Ella explica al mesero que no come carne, y la mesa se congela. Las miradas se clavan en ella y empiezan las preguntas: «¿Por qué eres vegetariana? ¿Por religión? ¿Y cómo puedes vivir sin carne? ¿El ser humano no está hecho para comer carne?». Al leer esa parte, me vi reflejada. Ser vegetariana es, muchas veces, cargar con explicaciones. “¿Por qué lo haces? ¿No te falta algo? ¿Es por moda?”.
Aunque suelo responder con paciencia, hay días en los que quisiera que la elección de no comer carne no fuera un tema de debate público. Mis razones son claras para mí: amo a los animales, me importa mi salud, y quiero reducir mi impacto en el planeta. Pero, ¿por qué una decisión tan personal debería incomodar tanto a los demás? Muchas personas en el mundo compartimos estas experiencias.
Hoy, el 22% de la población mundial sigue una dieta vegetariana o vegana. India lidera con un 29.5% de vegetarianos, seguida de México, donde el 19% de la población se identifica como vegetariana y un 9% como vegana. Israel tiene un 18% de vegetarianos, y países como Alemania también registran cifras crecientes.
Algunos lugares han dado un paso más, como Barcelona, que en 2016 se declaró oficialmente «ciudad veg-friendly». Esto significa que promueven políticas para apoyar opciones vegetarianas y veganas en restaurantes, comedores escolares y espacios públicos. Pienso mucho en Perú y en todo lo que tenemos para ofrecer. Somos un país privilegiado por nuestra biodiversidad.
Tenemos la quinua, la kiwicha, la cañihua, el tarwi… alimentos que son superalimentos en cualquier lugar del mundo. Y, sin embargo, ser vegetariana aquí puede ser complicado. Muchas veces, cuando pido algo «sin carne», me traen pollo. Porque claro, el pollo «no cuenta».
Imagina un Perú diferente, donde nuestra cocina celebre también los guisos de granos andinos, los estofados de verduras locales, las sopas de hierbas que no necesitan nada más.
Países como India o Israel ya son destinos clave para vegetarianos y veganos. ¿Por qué no Perú? Si somos conocidos como la capital gastronómica de América Latina, además, nuestra riqueza agrícola nos da la oportunidad de promover una alimentación más sostenible, tanto para nosotros como para el planeta. Terminé la novela con una mezcla de emociones.
Por un lado, tristeza por todo lo que le sucede a Yeonghye, pero también una especie de gratitud. Gratitud porque, a pesar de todo, hay un poder inmenso en decir «no».
En mi caso, ser vegetariana es una manera de expresar mi libre albedrío diciendo «sí» a lo que creo que es mejor para mí y para el mundo. Gracias por leerme.
(*) Abogada Constitucionalista