Nuestro Perú tiene fronteras con cinco países, Ecuador, Colombia, Brasil, Bolivia y Chile, y está expuesto y dispuesto a recibir migrantes. Así como también, permitir que peruanos emigren a otros territorios, en busca de una mejora en su situación laboral, profesional, social y económica.
En los años de la dictadura del Gobierno Militar del general Juan Velasco Alvarado muchísimos peruanos migraron a Venezuela, país que atravesaba una situación económica muy próspera, donde fueron acogidos con los brazos abiertos. Sin embargo, el país llanero supo filtrarlos adecuadamente y aceptaron sólo a gente muy trabajadora y sin antecedentes criminales.
Asimismo, en nuestra historia reciente, hemos sido testigos de emigraciones de jóvenes peruanos a Norteamérica, Europa y países vecinos en busca de mejores oportunidades, cuando nuestra economía pasaba por difíciles momentos y las posibilidades del futuro se proyectaban “color de hormiga”.
Respecto a las inmigraciones de extranjeros hacia nuestro país, durante la última década, podemos afirmar que la Superintendencia Nacional de Migraciones, organismo perteneciente al sector Interior, no ha hecho bien su trabajo y con una complicidad al más alto nivel, han permitido el ingreso de un millón y medio de venezolanos, en su mayoría, y también colombianos, muchos de ellos con antecedentes delictivos que hoy en día han hecho que la inseguridad ciudadana haya alcanzado niveles alarmantes en cantidad y calidad y se hayan incrementado delitos como: el sicariato, la extorsión, los secuestros, la trata de personas, entre otros.
Pero, la migración más importante es la que viene ocurriendo, en nuestro país, desde décadas atrás. Muchos peruanos dejan sus terruños en la sierra y selva para migrar a la costa. Según, describe muy bien, José Matos Mar en su libro “Desborde popular y crisis del Estado”, este fenómeno social empezó antes de los 60 y ha sido permanente. Vemos que en el sur, por ejemplo, la migración interregional, principalmente, hacia Arequipa, Moquegua y Tacna, hoy representa más del 60 % de su población y gran parte de ellos, por el tiempo transcurrido, ya son arequipeños, moqueguanos o tacneños de nacimiento. De igual modo, al ser mayoría, han nombrado a sus paisanos, alcaldes y/o gobernadores, y han copado la administración pública. Pero, allí no queda la cosa, a través de sus festividades, han impuestos sus costumbres y se han hecho partícipes de las que encontraron, constituyendo lo que debemos reconocer, aceptar, asimilar y llamar como: la Nueva Sociedad.
La Nueva Sociedad, indudablemente, es una realidad no solo en las regiones, sino a nivel nacional y esto complementa totalmente el término que el Perú es un país de mestizos y hoy en día es un país compuesto por diferentes razas, costumbres, creencias; así como también diferentes formas de ver estos grupos humanos de la sociedad peruana. También, debemos incluir en esta Nueva Sociedad a los inmigrantes extranjeros que han llegado en busca de oportunidades, aquellas personas de bien, sin antecedentes criminales y que han venido a trabajar honestamente.
Finalmente, debemos aceptar y convivir con esta Nueva Sociedad y cualquier gobierno que asume el 2026 la debe tener en cuenta con sus virtudes y sus defectos. En una próxima entrega les compartiré mi punto de vista sobre la silenciosa migración boliviana.
(*) Expresidente del Consejo de Ministros