Ha comenzado la cuenta regresiva del último periodo presidencial del presidente número 47 de los Estados Unidos de América. Tiene cuatro años para dejar un legado que perdure en el tiempo o, simplemente, pasar al olvido. El más polémico, el más odiado por la izquierda internacional, el progresismo y la cultura woke, ha vuelto. Con Donald Trump no existen términos medios: o estás con él, o estás decididamente contra él.
Llegar a la juramentación presidencial no ha sido un camino de rosas. Todo el bien montado aparato del «Estado profundo» intentó evitarlo a toda costa: tres intentos de magnicidio, juicios por doquier, denuncias, manipulaciones perversas de encuestas para influir en el electorado, mentiras y medias verdades (que a menudo son peores). Sin embargo, estos esfuerzos no lograron su objetivo. Trump ganó con claridad, dejando en ridículo a su oponente, Kamala Harris, al Partido Demócrata, y a figuras como los Soros, los Clinton y los Obama. Con ello, comenzó a desmontar el aparato progresista y woke, considerado por muchos como uno de los más nocivos de la historia reciente.
El mismo día de su juramentación, y frente a la prensa, Trump firmó 200 órdenes ejecutivas, de las cuales 80 estaban destinadas a enmendar las acciones de su antecesor, Joe Biden, un presidente que, según sus críticos, mostraba un estado cognitivo lamentable y una desconexión con la realidad. Estas órdenes ejecutivas tienen efectos de ley, y entre las más destacadas se encuentran:
- La salida del Acuerdo Climático de París («llora la religión climática», según Trump).
- La declaración de emergencia en la frontera sur con el objetivo de «sellarla». Las justificaciones incluyen el flujo de drogas, el tráfico ilegal de personas y el aumento de la delincuencia.
- Una directiva que designa a los cárteles de la droga y las bandas criminales transnacionales como organizaciones terroristas, incluyendo la pandilla salvadoreña MS-13 y el grupo venezolano «Tren de Aragua».
- Un ultimátum de 75 días a la plataforma china TikTok para vender el 50% de sus acciones a algún socio estadounidense.
- La creación del Departamento de «Eficiencia Gubernamental», inspirado en la «motosierra» del presidente argentino Javier Milei, con el objetivo de reducir el enorme aparato estatal de Estados Unidos. Elon Musk será el encargado de liderar esta tarea.
- La congelación de nuevas contrataciones federales.
- El fin de la ciudadanía por nacimiento.
- El reconocimiento de solo dos sexos, masculino y femenino.
- El fin de los programas de diversidad y equidad de género.
- Una investigación de las prácticas comerciales y monetarias desleales, así como de los flujos de migrantes y drogas provenientes de Canadá, China y México.
- La declaración de una emergencia energética nacional.
Estas acciones abarcan una amplia gama de áreas, pero todas tienen un objetivo común: fortalecer la economía de los Estados Unidos y combatir abiertamente el pensamiento único y lo políticamente correcto que hasta ahora dominaban el progresismo y la cultura woke.
Trump ha llegado pisando fuerte y con la intención de hacer historia. La gran pregunta es: ¿lo dejarán?
(*) Analista Internacional
