PALABRA DE HONOR
Durante las últimas décadas, estudiosos peruanos se han dedicado a ofrecer diagnósticos de los diferentes problemas que enfrenta el país, con relativo éxito. Sin embargo, desafortunadamente, sin ofrecer los ‘remedios’ que, pragmáticamente, se requieren para ‘curarlos. Es así que tenemos grandes peritos de nuestros males, mas no de sus soluciones.
En este panorama, podemos apreciar que se distinguen todos los burócratas profesionales, o sea, aquellos que teniendo todos los títulos y requisitos se hacen de los diferentes puestos en la Administración Pública, donde serán excelentes expositores en la identificación de la problemática de los diferentes sectores.
Una vez que se tienen los respectivos diagnósticos, empieza la danza de los consultores; debido a que muchos de los funcionarios de confianza del Gobierno de turno desconocen las ‘recetas’ y necesitan de los ‘expertos’ para solucionarlos. En estas consultorías, el Estado Peruano malgasta muchísimo dinero. La mayoría de ellas son referenciales y muchas veces dejadas de lado, de manera irresponsable, por los designados. También, se tienen casos en los que estos servicios especializados, sobre determinado tema, se repiten los siguientes años y participan los mismos consultores, quienes sólo actualizan los datos y reciben jugosos pagos, gracias a su cercanía con los políticos designados en esos puestos.
Las consultorías si bien es cierto, en algunos casos muy técnicos o científicos, son necesarias, también representan casos de corrupción, ya que se otorgan por clientelismo político o para favorecer a familiares y/o amigos, previa “comisión” a los solicitantes. Tanto es así que, en los últimos gobiernos, han proliferado estos actos a la vista y paciencia de la Contraloría y otros organismos de control, porque para los solicitantes y ejecutores todo es legal. En este sentido, debería haber una auditoría técnica de los costos y beneficios, así como de la necesidad y las consecuencias favorables de su ejecución.
Mención especial merecen los opinólogos, quienes, diariamente, a través de los medios de comunicación, nos hacen conocer repetidamente los diagnósticos y, con frialdad asombrosa, nos dan una serie de soluciones a los problemas que nunca experimentaron ni pusieron en práctica cuando ejercieron puestos públicos. Como carta de presentación exhiben el cargo al que fueron designados, así hayan estado días o pocas semanas en él. Son los funcionarios del buen decir, pero no del buen hacer.
También, en este tema de los diagnósticos y las consultorías se involucran los candidatos a un cargo público (Presidencia de la República, Congreso, Gobiernos Regionales y Municipalidades), quienes en las elecciones ofrecen al electorado solucionar problemas que nunca han enfrentado y que sólo conocen con la lectura de las conclusiones y recomendaciones finales de estos estudios.
Finalmente, cualquier Gobierno serio debe desterrar las consultorías innecesarias, determinar e investigar los actos de corrupción de gente inescrupulosa, que sólo entra al Estado a lucrar, y ponerle freno a estos infames comportamientos diciéndole basta a los diagnósticos, que como ya sabemos, los tenemos en demasía.
(*) Expresidente del Consejo de Ministros