¿Qué es la cultura woke? ¿Qué persigue? ¿Cuál es su relación con los movimientos de izquierda?
Somos testigos de cómo los líderes de la nueva derecha o derecha patriótica mencionan y advierten sobre lo nefasto del mundo woke. Figuras como Javier Milei en Argentina, Santiago Abascal en España, Giorgia Meloni en Italia, Viktor Orbán en Hungría, Nayib Bukele en El Salvador o Donald Trump en Estados Unidos coinciden en que los fines de esta cultura son destruir y resetear nuestra sociedad. Aún más grave es su intención de fomentar un constante conflicto.
El fundamento de la cultura woke se encuentra en las entrañas del comunismo o marxismo dialéctico, específicamente en la teoría de la lucha de clases. A principios del siglo pasado, este concepto enfrentaba al obrero con el empresario “explotador”. Sin embargo, dicho discurso se agotó, haciendo evidente la necesidad de una evolución. Así, mutó primero hacia el progresismo y, posteriormente, hacia lo que hoy conocemos como la cultura woke.
Podríamos establecer una genealogía ideológica en la que el comunismo es el abuelo, el socialismo o progresismo es el padre y la cultura woke es el hijo. Sin embargo, todos comparten una misma matriz: el rencor y la envidia. De este modo, se consolida la teoría de la opresión en distintas dicotomías: hombre contra mujer, heterosexual contra homosexual, cisgénero contra transgénero, blanco contra negro, europeo contra indígena, ciudadano contra inmigrante, delgado contra obeso, rico contra pobre, ser humano contra la naturaleza, entre otras.
Es menester apoyarnos en Agustín Laje (Córdoba, Argentina, 1989), uno de los pensadores y politólogos más importantes de la nueva derecha patriótica en el mundo hispanoamericano. Estudiar sus ideas y leer sus libros resulta fundamental para comprender no solo la batalla cultural, sino también la evolución del viejo comunismo dialéctico hacia el progresismo zombi y, finalmente, hacia el mundo woke.
La expresión woke proviene del término inglés wake, que significa «despertar». En su esencia, el wokismo se presenta como un despertar frente a supuestos sistemas de opresión en la sociedad. Según sus principios ideológicos, estos sistemas operan de manera oculta en todos los ámbitos de la vida. Laje señala:
«El wokismo opera en las relaciones humanas de la vida cotidiana en una batalla política constante».
En la corriente woke confluyen diversas influencias intelectuales, entre ellas el marxismo reciclado de Karl Marx y su variante cultural, desarrollada por Antonio Gramsci. Esta última es una adaptación del viejo comunismo a la sociedad diversa y dispersa del siglo XXI. Según los principios woke, los sistemas de opresión están ocultos y se estructuran en torno a variables identitarias como el sexo, la raza, el aspecto físico, el nivel de ingresos, e incluso la apariencia o el estatus migratorio.
Se trata de una metástasis perfecta de un cáncer social que corroe la célula básica de toda comunidad: la familia. Su único fin es propiciar una revolución para instaurar una «dictadura perfecta» de las minorías, moldear un «hombre nuevo», destruir la familia tradicional y dar paso a la sinrazón. Toda esta ingeniería social estaría bajo el control de una élite de izquierda que usufructuaría el Estado, con el objetivo final de establecer un gobierno único basado en la gran amenaza del globalismo dogmático.
(*) Analista Internacional