Franja de Gaza 360km cuadrados, dos millones de habitantes administrada por el grupo terrorista Hamas, quien tiro por la borda cualquier posibilidad de tener un estado Palestino, apostaron todo al odio y perdieron.
La solución de los dos Estados, que implica la creación de un Estado palestino separado de Israel, fue planteada en 1947. Sin embargo, nunca contó con la aceptación de la dirigencia árabe-palestina. A lo largo de los años, esta solución «salomónica», defendida por gobiernos, organizaciones internacionales, analistas y demás líderes interesados en Medio Oriente, se ha puesto sobre la mesa en múltiples ocasiones, pero la negativa árabe siempre imperó. Hoy, a la luz de los acontecimientos y con la presidencia de Donald Trump 2.0 en los Estados Unidos, sumado al genocidio y secuestro de israelíes por parte de los terroristas de Hamás el 8 de octubre de 2023, esta posibilidad es prácticamente nula.
Se tendría que caminar por Israel, la única democracia representativa de Medio Oriente, y recorrer sus principales ciudades—Tel Aviv, Jerusalén, Kfar Saba, Haifa o Nazaret—para percibir en su gente esa mezcla de angustia y temor, pero también un profundo patriotismo, ese deseo inconmensurable de vivir, convivir y defender su Estado. Más de ocho millones de seres humanos coexisten en un equilibrio extraño y delicado, de los cuales más de dos millones son árabes, además de otras etnias y religiones, tolerancia le dicen.
En ese equilibrio, en esa permanente lucha de convivencia donde se mezclan la religión y la política, la verdad siempre sale a la luz, y la historia, con el tiempo, logra poner todas las cosas en su lugar. La actuación fanática, irracional y cobarde de Hamás, convenientemente financiada con millones de dólares provenientes del mundo árabe y de países europeos extremadamente progresistas, les brindó a la administración de Gaza la oportunidad de cambiar el destino de la Franja para bien. Tal vez pudieron haber construido escuelas, hospitales, dotado de agua y saneamiento a sus hermanos, dándoles las condiciones básicas para una vida digna
Sin embargo, esa oportunidad fue desperdiciada. En lugar de invertir en el bienestar de su pueblo, aseguraron primero a sus familias en Catar o Irán, luego sembraron el odio entre niños y jóvenes, construyeron una red de túneles más grande que el metro de Nueva York y adquirieron armas. En pocas palabras, redefinieron el significado de la maldad, creando las condiciones para el caos como lo mencionamos en su momento.
Ahora vemos cómo toda la población de Gaza, en pleno intercambio de rehenes, apoya sin miramientos la maldad de la organización terrorista recibe a los asesinos como héroes. Como si todo el pueblo gazati padeciera del síndrome de Estocolmo, el mismo pueblo apuesta por el terror y la muerte. Pero el tiempo se les acabó. Hoy se cierne sobre los terroristas de Hamás la más dura de las amenazas: si no dejan en libertad a los pocos rehenes con vida que aún tienen en su poder, «se desatara el infierno» (Donald Trump) quiera dios que recapaciten.
(*) Analista internacional