Por: Omar Chehade
Con excepción de algunos, a nuestra clase política dirigente no le importa el Perú, sino sus propios intereses, que van desde lo económico, que transitan en lo subalterno, y que se hunden en el fruto prohibido destrozando al país.
Es verdad que casi la misma fauna política nos ha gobernado siempre, pero en esta última gestión se le ha agregado una dosis de incapacidad e indiferencia pocas veces comparada en nuestra historia republicana. Casi todos defienden solo lo que les conviene, ya sea político, personal o partidario, olvidando el mandato que les confirió el pueblo y la actual crisis política.
Si queremos salir del entrampamiento tendrá que haber decisión y buena voluntad de las partes. En este momento ello no existe. En los últimos años la trama de Odebrecht y el cartel brasileño terminó desnudando a gran parte de nuestra dirigencia política de los diversos sectores.
Si alguien creía que la corrupción tenía solo un par de banderas partidarias, se equivocó rotundamente.
Caído el decenio fujimontesinista, los peruanos contemplamos con pavor centenares de juicios, condenas y cárceles para los líderes de esa mafia, incluso el propio ex presidente Alberto Fujimori fue condenado a 25 años de prisión junto con su socio Vladimiro Montesinos.
Con optimismo creímos que la lección ya había sido aprendida, y que más allá de brotes aislados de políticos inescrupulosos, el Perú nunca más iba a tener mega corrupciones instaladas desde los más alto del poder.
El tiempo, lamentablemente, nos dio un portazo en la cara, tanto que el cartel de compañías brasileñas y otras nos dejaron otra dura lección: la putrefacción del hondo fondo estaba aún por llegar.
Excepto el presidente Valentín Panigua, (gobierno transitorio de 8 meses), todos los siguientes jefes de Estado del Perú de este milenio fueron grandes activistas de la corrupción. Uno ya se suicidó antes de ir a la cárcel, otro vendrá extraditado de Estados Unidos, otro más regresará a prisión con condena firme junto a su esposa, el más senil de todos se encuentra con detención domiciliaria como preámbulo de su condena.
En cuanto al presidente Martín Vizcarra no se crea que está por encima de este paupérrimo y obstruccionista Congreso. En este minuto se tejen sombras de sospecha sobre empresas suyas y familiares, y sus conexiones precisamente con las corruptoras brasileñas, que ojalá él mismo pueda aclarar.
Su ex premier también está sindicado de haber recibido sobornos cuando fue gobernador regional. Ex ministros y altos funcionarios de varios gobiernos fueron parte del complot presidencial para desfalcar al país aprovechándose del hambre del pueblo y el bienestar del país.
Ante ello, ¿Qué podemos hacer? Por ahora me viene a la memoria el discurso de Manuel González Prada de 1888 en el teatro Politeama, después de la devastación de la Guerra del Pacífico: “Los troncos añosos y carcomidos produjeron ya sus flores de aroma deletéreo y sus frutas de sabor amargo. Que vengan árboles nuevos a dar flores nuevas y frutas nuevas. Los viejos a la tumba, los jóvenes al poder”.
