La usurpadora del poder y los lacayos

por | Sep 17, 2019 | Opinión

Por: Omar Chehade 

Ocurrió el 27 de julio de 2013. La primera dama de entonces, Nadine Heredia, me escribió un mensaje de texto al celular pidiéndome una opinión de coyuntura política. En medio de la comunicación le pregunté qué estaba haciendo. Su respuesta fue sorprendente: “Estoy
terminando, creo, de redactar el discurso presidencial del presidente de la República del día de mañana”.

Quedaba claro, que Ollanta Humala no elaboraba, ni siquiera revisaba lo que iba a leer en el Parlamento en fiestas patrias, de allí se deducen los errores de lectura, dicción y entonación cada vez que los leía, incluso con cara de sorpresa y hasta desencajado al enterarse en el instante lo que había escrito su esposa.

Así se pasó todo el gobierno, ella usurpando funciones del jefe de Estado, y, él promoviendo delictivamente las acciones de su esposa, a quien nombró presidenta del partido con el único fin de legitimar la farsa.

Nadine Heredia quien despachaba ilegalmente desde una oficina de Palacio de gobierno,
incluso con más comodidades que el propio presidente, se encargaba de designar a la mayoría de ministros, vice ministros, funcionarios claves en organismos supervisores de contrataciones con el Estado, luego nos enteraríamos de los intereses turbios que ambos tendrían para poder enriquecerse.

El Ministerio de Relaciones Exteriores tampoco quedó exento de sus delirios de poder, pues ya empoderada al tiempo de comenzar el gobierno, designaba no solo cancilleres, sino a gran parte de los embajadores a distintos países.

El bastión del Congreso para redoblar sus fechorías también fue utilizado por la esposa del
presidente, a tal punto que, en la oscuridad, tomando el nombre de Ollanta, “colocaba” a los jefes de bancada y presidentes del Parlamento, casi todos sin ningún mérito, excepto el
cumplir las funciones de lacayos de la primera dama.

Fueron tan rastreros que se referían a ella consuma reverencia como: “la jefa”. Recuerdo que uno de ellos tenía una gigantografía de Nadine en su despacho congresal que abarcaba toda la pared de la oficina. El servilismo llegaba al punto de colocar la agenda de los plenos del Congreso “consultándole” vía watssapp lo que se debía o no de hacer.

La cúpula de las Fuerzas Armadas, salvo honrosas excepciones, también claudicaron ante su ilegítimo poder. Fue tal el desparpajo y atrevimiento de la susodicha que intervino en reunión reservada de Estado cuando se debatía los resultados de la sentencia del diferendo marítimo con Chile que se dilucidó en el Tribunal de la Haya, dando órdenes y pidiendo explicaciones a los jerarcas militares.

Todo esto, y más lo denuncié pública y repetidamente año y medio antes que concluya el
gobierno humalista, incluso escribiendo el libro: “La gran usurpación”. El tiempo me dio la
razón. Ahora pregunto: ¿Qué fue de la vida de los lacayos?

La respuesta es escrita en piedra por la historia: Enterrados políticamente, otros con sendos procesos judiciales producto de su complicidad en corrupción. Triste final para una casta servil que siempre ha buscado medrar de la política.

 


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