Por: Omar Cheade
Por lo general los muertos hablan después de haber perdido la vida a través de manos asesinas, buscan justicia, desde el más allá imploran que el crimen del que fueron víctimas no quede impune. Este es el caso del ex cabo Emerson Fasabi, quien fuera amigo y cuidante de la familia del ex presidente Ollanta Humala y Nadine Heredia.
Conocí vagamente a la víctima en el local del Partido Nacionalista, cuando fui abogado de la pareja antes que asumiera la jefatura de estado. El joven daba vueltas cuidando la casa o esperando un mandado de su jefe, mientras que yo asistía por esas épocas la defensa legal de Ollanta.
Cuando se pierden las agendas, aquellas, las delictivas de Nadine Heredia, en las que anotaba la ruta del delito, el camino del dinero mal habido, desde Palacio de Gobierno deciden eliminarlo cruelmente, torturarlo para que así pueda decir donde se encontraban los cuadernillos y así evitar lo que lamentablemente para ellos después sucedería: la aparición a nivel nacional, de toda la información de lavado de activos que hasta hoy los tiene contra las cuerdas ante la justicia.
Este hecho lo denuncié permanentemente en todos los medios, incluso en la Fiscalía donde fui llamado como testigo. Fue uno de los tantos casos por los que me vi obligado de separarme de la bancada de gobierno, y denunciar con anticipación a los Humala – Heredia, ya no solo por temas de seria corrupción, sino también de asesinato.
A través de sus esbirros, el presidente Humala vulneró los procedimientos de protocolo para el levantamiento del cadáver, pues luego de asesinarlo, lo llevaron a la morgue para digitar, a través de un médico legista del gobierno una supuesta causa de su muerte: Pancreatitis, y luego a través de Juan José Peñafiel y el otro chofer Sabino Otiniano trasladarlo en avión y luego helicóptero del Ejército hasta el caserío de Tahuania (Ucayali) y desaparecer las evidencias.
Luego el circo continuaría cuando el ex ministro del Interior nadinista, José Luis Pérez Guadalupe saliera a los medios a decir que a Fasabi, nadie lo conocía, “que era un simple mandadero de la cuadra”.
La farsa mayor cobró ribetes de tragedia, cuando el entonces asesor presidencial, Wilfredo Pedraza, se convirtiera de facto en asesor del chofer Juan Peñafiel, y saliera sentado junto a él y a la asesora de imagen Cynthya Montes, quienes le redactaron un guion en un papel a Peñafiel para que tembloroso este último tuviera que decir sentado en una mesa elegante de Palacio de Gobierno las más oscuras de las infamias: esconder la verdadera muerte de su amigo, y proteger la impunidad de los asesinos.
Otros personajes, tendrán que ser también investigados, como el “fiel” Hermógenes Pérez Mego, (pariente de Nadine y guardia de honor del presidente) y hasta el ex director de la Policía Nacional, General Vicente Romero Fernández. Capítulo aparte también merece el fiscal Fidel Castro, que sin investigar nada importante, y sin exhumar el cadáver, archivó hasta en dos ocasiones la investigación. Los muertos también hablan.
(*) Ex Vicepresidente de la República del Perú