Por: Ricardo Sánchez Serra / Uno de los más grandes amigos, sino el más grande amigo, sin duda fue Joaquín Ormeño Malone, que hoy vive en nuestro corazón y se encuentra junto a Dios.
Creo no haber conocido una persona más buena que él. Siempre mostrando una sonrisa angelical, cordial, bondadosa. Nunca lo vi enojado o que pierda los papeles; sí, en algún momento serio, ante una preocupación valedera, pero ante todo optimista. Todos los problemas tenían solución, había nomás que dedicarse y hacer el esfuerzo.
Si bien era un tanto hermético para hablar de sus asuntos familiares, se traslucía su amor a sus padres, a su esposa, a sus hijos, a su hermano, a sus hermanas, a sus tíos. Se desvelaba por el bienestar de todos. Su esposa, sus hijos, eran su adoración. ¡Qué gran padre y esposo fue! Fue una guía, una inspiración.
Como amigo derramaba bondad, esperanza, se preocupaba por cada uno de sus amigos. Los sentía como hermanos, aunque no todos le retribuyeran ese gran aprecio y afecto. Era ameno, jovial.
Era un buen católico, un hombre de virtudes, de principios, Siempre que hablaba había una gran enseñanza en sus palabras, quería la felicidad de todos.
Estuvo poco tiempo en la política. En donde estuvo hizo el bien. Estaba preocupado por el Perú, por su bienestar, que salga de la pobreza, que los gobernantes tomen bien sus decisiones. Sabía mucho de turismo y de transporte, especialmente. Fue gran jefe y buen catedrático.
Dios lo tiene a su lado. Desde ahí velará por su familia y por sus amigos. No me cansaré de repetir que fue un hombre bueno y justo.